martes, 1 de noviembre de 2011

JÁLOGÜIN

“Dichosa palabreja… y curiosa celebración”, murmura el teniente Colombo, que no acaba de entender cómo algo tan difícil de pronunciar, puede haber arraigado, como una garrapata en celo, en las costumbres de su país. Como en los casos de asesinato más rocambolescos, el enigma le tiene perplejo.
De camino a la comisaría no hace más que darle vueltas al asunto. Finalmente, sólo encuentra una explicación para esa americanización del calendario: la presión consumista. Las grandes cadenas comerciales no dejan pasar ninguna oportunidad, por disparatada que sea, para lanzarse a la yugular de los potenciales clientes. ¡Clink, clink! El caso es hacer caja los 365 días del año.
Puro en mano, el teniente Colombo se pregunta por qué en el mundo anglosajón no se celebra el día de San Isidro, la verbena de la Paloma o la tomatina de Buñol; por ejemplo. “En justa correspondencia, debería ser así, ¿no?”, se responde a sí mismo.
En todo caso, lo que al teniente Colombo le pide el cuerpo en estas fechas es recordar los maravillosos versos de Zorrilla, llenos de pasión y dramatismo: ¡Cuál gritan esos malditos, pero mal rayo me parta, si en concluyendo esta carta, no pagan caros sus gritos!... ¡Viva Don Juan Tenorio!

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