sábado, 12 de noviembre de 2011

¡OÍDO COCINA!

El teniente Colombo es un apasionado de la buena mesa. Entre un caso de asesinato y otro, le gusta disfrutar de cualquier producto que estimule sus sentidos, dentro y fuera de casa. Y si las viandas van acompañadas de un buen vino (en general, se inclina por los tintos, pero sin despreciar nunca un blanco, si la ocasión lo requiere), mejor que mejor. A un nivel muy modesto, también disfruta cocinando.

Sin ir más lejos, hace un par de fines de semana decidió experimentar con una de las legumbres más consumidas en la cocina mediterránea: el garbanzo (cicer arietium). La receta la elaboró, más o menos, siguiendo estas pautas:

-          Preparó un sofrito a base de cebolletas y ajo, bien picado todo.

-          Cuando el sofrito estuvo bien pochado, añadió tomate frito y medio vaso de vino blanco. Una vez que el alcohol del vino se hubo evaporado, completó el asunto con un vaso de caldo de verduras, y dejó cocer todo unos 5 minutos (¡chuf, chuf!).

-          Incorporó después el ingrediente principal: los garbanzos (“hoy en día venden unos garbanzos, ya cocidos, magníficos”, recomienda siempre el teniente Colombo). Sal y pimienta al gusto, y una hoja de laurel.

-          Media hora de cocción a fuego medio, y a esperar. Para que la media hora no se le hiciera eterna, aprovechó para degustar una copita de un estupendo Ribera del Duero, crianza 2008, que llevaba algún tiempo en su bodega pidiéndole a gritos "¡bébeme!".

-          Pasada la media hora, dejó reposar el guiso, vigilando que no se enfriase demasiado.

-          Llegado a este punto, se concentró al máximo: tenía que escalfar un huevo. “El asunto es sencillo, aunque conlleva cierto riesgo” (se dijo así mismo, el teniente Colombo): preparó un cazo con agua, añadió un buen chorro de vinagre y una pizca de sal. Cuando el agua estuvo bien caliente, dejó caer el huevo, muy despacio (conviene hacerlo desde un pequeño bol, para evitar accidentes), y otra vez a esperar. Segundo “arreón” al Ribera del Duero.

-          Mientras se iba escalfando el huevo, el teniente Colombo emplató una ración de garbanzos con un poco del caldo de la cocción.

-          A los 5 minutos sacó el huevo con una espumadera, con mucho cuidado, y lo puso encima de los garbanzos. Respiró hondo: la operación había tenido éxito.

-          Encima del huevo añadió unas virutas de foie (bien frío), una pizca de sal en escamas, un poco de perejil picado, un chorrito de aceite de oliva virgen extra, y… listo para comer. Decidió bautizar la receta así: “Nido de garbanzos guisados con huevo escalfado y virutas de foie, a lo teniente Colombo”.

-          A esas alturas de la preparación, la botella de Ribera del Duero agonizaba…












1 comentario:

  1. Ñom! A este post le habría venido bien una foto del "nido de garbanzos"... ¿tendrá cámara el teniente Colombo?

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