Casi un año después de la visita
a la edición anterior de las Edades del Hombre
(celebrada en la villa castellana de Arévalo, Ávila, bajo el título “Credo”),
el teniente Colombo puso rumbo a la población burgalesa de Aranda de Duero, para
disfrutar de la nueva exposición organizada por la fundación de la iglesia
castellano-leonesa. El título elegido en este año 2014 ha sido “Eucharistia” (que,
en griego, significa agradecimiento por una buena acción).
Siguiendo el consejo
de la responsable de la oficina de turismo de Aranda, el teniente Colombo y su
acompañante, optaron por dejar la visita a las iglesias en la que se ubica la
exposición (Santa María y San Juan) para después de comer. El sol apretaba de
firme a media mañana. Así las cosas, y después de disfrutar del coqueto, pero
interesante, museo de cerámica; un magnífico lechazo castellano esperaba en la
mesa de “El Lagar de Isilla”, donde fueron atendidos con amabilidad y
profesionalidad.
Con el estómago lleno, y alguna que otra copita de orujo de
hierbas en el cuerpo, el teniente Colombo y su compañera de comisaría,
desafiaron los rigores del sol castellano y, con paso firme y decidido, se
adentraron en la historia cultural y sacramental de Castilla y León. “La
belleza de alguna de las obras expuestas, tanto en la iglesia de Santa María
como en la de San Juan, resulta indescriptible. Los cuadros, los tapices, los
bajorrelieves, los retablos, los cálices y los objetos expuestos, reconfortan
el espíritu y hacen olvidar, al menos durante unas horas, el frenesí diario de
la gran ciudad y la rapidez de lo cotidiano”, reflexiona el teniente Colombo, a
punto de entrar en estado de ebullición, por los 38ºC de temperatura de una
tarde de sábado de julio, que no olvidará con facilidad.
De las 130 obras
expuestas, al teniente Colombo le llamaron particularmente la atención las
siguientes: “Jarra y pan” (Antonio López, lápiz sobre papel, 1949); “Santa Cena”
(Bartolomé Esteban Murillo, óleo sobre lienzo, 1650); “Cáliz de los
Condestables de Castilla” (Anónimo, talleres de orfebrería burgaleses, 1487);
y, sobre todo, “La Primera Comunión” (Joaquín Sorolla, óleo sobre lienzo,
1896).
El teniente Colombo, ya de vuelta en la Capital del Imperio, y con esas obras de arte todavía en la retina,
espera, impaciente, la exposición del año que viene.