En “El enigma de la calle
Calabria” (Jerónimo Tristante, editorial Maeva), el teniente Colombo ha
descubierto a un nuevo colega de profesión: el detective Víctor Ros. El investigador,
nacido de la imaginación y la pluma del escritor Jerónimo Tristante, se
enfrenta en este caso a una mente criminal astuta, sin escrúpulos, que pone a
prueba los métodos y la capacidad deductiva de Ros.
Para el teniente Colombo el
investigador Víctor Ros es una mezcla de Sherlock Holmes, el sargento
Bevilacqua de las novelas de Lorenzo Silva y Hércules Poirot. “Detectives,
todos ellos, con una inteligencia muy superior a la de los criminales que
tratan de desenmascarar, e, incluso, a la de sus compañeros de profesión”,
apostilla el teniente Colombo, mientras se esfuerza por resucitar uno de sus
puros, en estado agonizante.
Al teniente Colombo la narración de “El enigma de
la calle Calabria” le ha parecido amena, fluida y, en ocasiones, con un ritmo
frenético. Permite al lector, además, pasear
por la Barcelona de finales del siglo XIX, con una descripción
pormenorizada del lujo de los barrios altos y, al mismo tiempo, de los
ambientes más sórdidos de la ciudad.
“Novela, en todo caso, muy entretenida y
muy bien escrita; que mantiene en vilo al lector hasta la última línea”,
infiere el teniente Colombo mientras se prepara para una nueva jornada de
piscina.