miércoles, 24 de julio de 2013

EL ENIGMA DE LA CALLE CALABRIA


En “El enigma de la calle Calabria” (Jerónimo Tristante, editorial Maeva), el teniente Colombo ha descubierto a un nuevo colega de profesión: el detective Víctor Ros. El investigador, nacido de la imaginación y la pluma del escritor Jerónimo Tristante, se enfrenta en este caso a una mente criminal astuta, sin escrúpulos, que pone a prueba los métodos y la capacidad deductiva de Ros.
Para el teniente Colombo el investigador Víctor Ros es una mezcla de Sherlock Holmes, el sargento Bevilacqua de las novelas de Lorenzo Silva y Hércules Poirot. “Detectives, todos ellos, con una inteligencia muy superior a la de los criminales que tratan de desenmascarar, e, incluso, a la de sus compañeros de profesión”, apostilla el teniente Colombo, mientras se esfuerza por resucitar uno de sus puros, en estado agonizante.
Al teniente Colombo la narración de “El enigma de la calle Calabria” le ha parecido amena, fluida y, en ocasiones, con un ritmo frenético. Permite al lector, además, pasear por la Barcelona de finales del siglo XIX, con una descripción pormenorizada del lujo de los barrios altos y, al mismo tiempo, de los ambientes más sórdidos de la ciudad.
“Novela, en todo caso, muy entretenida y muy bien escrita; que mantiene en vilo al lector hasta la última línea”, infiere el teniente Colombo mientras se prepara para una nueva jornada de piscina.

domingo, 14 de julio de 2013

SOPORTANDO A JOSÉ IGNACIO WERT


El Gobierno de Mariano Rajoy –opina el teniente Colombo- es una amalgama de personajes sin carisma, tremendamente ineptos y con serias dificultades para la comunicación. Uno de ellos es el todavía ministro de Educación, Cultura y Deportes José Ignacio Wert. “Entre él y Ana Mato –la ministra de Sanidad- podrían perfectamente protagonizar cualquier película de Antonio Ozores… su incapacidad como servidores públicos alcanza cotas de disparate nacional”, opina el teniente Colombo mientras revisa unos datos de su próximo caso de asesinato.
“La que ha montado recientemente el ministro Wert con el sistema de becas, sus contradicciones en el diagnóstico de las razones que le han llevado a la propuesta del 6,5 como nota de corte para acceder a una beca, su incontinencia verbal y la soberbia de sus afirmaciones, deberían haber supuesto su cese fulminante. El problema es que Mariano Rajoy –siguiendo la táctica del avestruz- está desaparecido en combate… casi de forma permanente”, reflexiona el teniente Colombo una mañana de domingo mientras hojea las páginas salmón de su periódico de cabecera.
 
Al teniente Colombo le gustaría que el presidente del Gobierno explicase por qué mantiene en el gabinete a una persona como Wert, que si alguna virtud tiene es la de poner de acuerdo a tanta gente sobre su incapacidad para ejercer el cargo. “Si tuviera un mínimo de dignidad, y decoro, no debería esperar a que lo cesara Mariano Rajoy, debería dimitir de manera fulminante. El ministro Wert es la nulidad personificada… un peligro público”, remata este post el teniente Colombo, cansado de seguir manteniendo con sus impuestos a sujetos como éste.

domingo, 7 de julio de 2013

ESTE "DO" DE PECHO ES UNA RUINA


El Boletín Oficial del Estado (BOE) acaba de hacer públicos los balances de los dos primeros años de gestión del director del Teatro Real, el belga Gerard Mortier, y los resultados son demoledores: 2009 se cerró con una pérdida de 417.818 euros y en 2011 se disparó hasta los 4,9 millones de euros. Entre medias, los 5,3 millones de euros de 2010.
Además del déficit –profundiza el teniente Colombo en los datos del BOE- hay un serio problema de tesorería: en 2009 había en caja 1,2 millones de euros; en 2010 la deuda se disparó hasta 11,8 millones de euros y en 2011 se recondujo el “agujero” hasta los 4,7 millones de euros. En este apartado destaca, especialmente, la caída de casi un millón y medio de euros de ingresos por la venta de abonos: desde la llegada de Mortier ha caído un 16,8%, pasando de vender en 2009 casi 8,5 millones de euros a dejar la cifra en poco más de 7 millones.
Con independencia de la caída de ingresos por las menores contribuciones de las instituciones públicas (“al Teatro Real también han llegado los recortes”, puntualiza el teniente Colombo), la Intervención General de la Administración del Estado ha puesto de manifiesto que Mortier ha gastado sin control –en concreto, más de un millón y medio de euros de lo previsto en 2010- y que las medidas del control del gasto no han sido eficaces, en modo alguno, para respetar los presupuestos aprobados por el Patronato del Teatro Real anualmente.
A estas alturas del mes de julio el teniente Colombo no tiene constancia de que Gerard Mortier haya dimitido o haya sido cesado.

 

martes, 2 de julio de 2013

DANIEL BOONE


Cada mañana, fiel a su cita con 8 TV Madrid, el teniente Colombo comparte su suculento desayuno con uno de los héroes de su infancia: Daniel Boone (1734 – 1820), el pionero más famoso de la conquista de Norteamérica.
Boone exploró gran parte de los estados de Kentucky y Tennessee, y abrió numerosas rutas sobre los Apalaches y el río Cumberland, llegando incluso a Carolina del Norte y Florida. A lo largo de su vida tuvo que afrontar numerosas dificultades en su papel de mediador entre colonos e indios, en su lucha contra los tramperos sin escrúpulos y los cazadores de esclavos (“Daniel Boone repudiaba la esclavitud”, puntualiza el teniente Colombo, convencido de que en los tiempos actuales, Daniel Boone estaría más cerca del PSOE que del Partido Popular). En 1773 fundó el fuerte Boonesborough, en Kentucky, donde se estableció con su familia hasta el final de sus días.
La vida de Daniel Boone fue llevada a la pequeña pantalla por la cadena NBC entre 1964 y 1970, a largo de 165 episodios. A partir de entonces, la carrera del actor Fess Parker (1924 – 2010) quedaría unida, para siempre, a la del célebre colonizador estadounidense, que luchaba, sin desmayo, contra los indios y los casacas rojas acompañado siempre de su fiel amigo, el indio cherokee Mingo.
Cada día, antes de salir para la comisaría, el teniente Colombo rememora aquellas tardes de su infancia, en las que compartía con Daniel Boone sus meriendas de pan con chocolate, y revive, cuarenta años después, los peligros que el valiente explorador tenía que sortear en cada episodio, de los que –cómo no- siempre salía airoso.