viernes, 22 de noviembre de 2013

EL REGRESO

La reciente conferencia política del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) le ha recordado al teniente Colombo aquella película de 1978, dirigida por Hal Ashby, El regreso, en la que Jon Voight interprete a un soldado americano que vuelve inválido a su hogar, paralizado de cintura para abajo, después de haber luchado en la guerra de Vietnam.  
 
El PSOE –opina el teniente Colombo- tiene su Jon Voight particular: su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba. Como si de reinventar la rueda se tratara, en la citada reunión de su partido anunció a los cuatro vientos: “Hemos vuelto. El PSOE ha vuelto”. Y el teniente Colombo se pregunta “¿de dónde?”.
 
El teniente Colombo sigue sin entender –después de varias décadas- cómo es posible que el PSOE no haya sido capaz de encontrar un recambio, sólido y convincente, de Felipe González. Una persona con carisma, honesta, con capacidad de liderazgo, aglutinadora de las voluntades de la izquierda, transparente, cercana, bien formada, con personalidad, íntegra, leal, intachable y con la talla política suficiente como para hacer frente –con garantías- a la apisonadora de la derecha.
 
Para el teniente Colombo, ni Eduardo Madina, ni Carme Chacón, ni Tomás Gómez (¡qué decepción!), ni Patxi López, ni Emiliano García Page, ni Susana Díaz… y, por supuesto, ni Rubalcaba aglutinan por sí solos todas esas cualidades. “Por consiguiente, la perspectiva a corto y medio plazo no puede ser más aterradora: queda derecha para rato”, masculla el teniente Colombo, profundamente decepcionado con un PSOE que, en la década de los ochenta, lideró el cambio político y social de este país.

sábado, 16 de noviembre de 2013

LA ÚLTIMA NOCHE DE VÍCTOR ROS


La última noche de Víctor Ros (Plaza y Janes, 2013) completa la, por el momento, tetralogía de las aventuras del detective más famoso del último tercio del siglo XIX, nacido de la imaginación del escritor Jerónimo Tristante. Después de haber “acompañado” a su colega Víctor Ros en las tres entregas anteriores (El misterio de la casa Aranda, El caso de la viuda negra y El enigma de la calle Calabria), el teniente Colombo ha devorado, literalmente, La última noche de Víctor Ros; preocupado, desde la primera página, si, efectivamente, sería la última noche del investigador madrileño.
La premonición del teniente Colombo no tarda en tomar cuerpo: la novela arranca con un ritmo frenético. “Los crímenes, las traiciones, las intrigas, las sospechas, las pistas falsas… en definitiva, la trama, se desarrollan a una velocidad electrizante, lo que obliga al autor a reordenar periódicamente las hipótesis ya que éstas cambian continuamente”, señala el teniente Colombo, todavía emocionado por las peripecias de los protagonistas y la magnífica lección de novela negra que Jerónimo Tristante regala a sus lectores.
En esta ocasión, el autor da mayor protagonismo al hijo adoptivo del policía (Eduardo), y a su inteligente y valiente esposa (Clara Alvear), claves en la resolución final del caso; circunstancia que el teniente Colombo considera un gran acierto del escritor murciano.
“En definitiva, La última noche de Víctor Ros es una novela inteligente, fácil de leer y muy entretenida. Una novela absolutamente recomendable, no apta para corazones sensibles”, concluye el teniente Colombo, que ya espera, con verdadero frenesí, la próxima entrega del Sherlock Holmes más castizo.

sábado, 2 de noviembre de 2013

EL CÓMICO Y LA NOVICIA


Al teniente Colombo le toca empezar de nuevo. Su vida es un continuo “hacer y deshacer cajas”, como aquellos cómicos de la película El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán-Gómez, 1986), que, en la España de la posguerra, van de pueblo en pueblo buscando un milagro profesional que nunca llega, pasando más hambre que Carpanta. En unos días, el teniente Colombo dejará la comisaría en la que ha estado resolviendo casos de asesinato durante los últimos dos años, y tomará un nuevo rumbo profesional en otra delegación policial.
Mientras escribe este post se le acumulan los recuerdos: en este tiempo, ha tenido que superar momentos duros y muy duros, resolver homicidios difíciles y muy difíciles; y, sobre todo, contar miles de ovejas en muchas noches de insomnio. Sin embargo, a la hora de hacer balance, el fiel de “la romana” (maravillosa palabra, ya en desuso, que al teniente Colombo le recuerda los veranos de su infancia en el pueblo de sus abuelos paternos) se inclina hacia el lado positivo: los colaboradores, amigos y compañeros que deja en la comisaría, que han formado parte de su vida durante estos dos años, han cincelado en él una huella imborrable. De alguna manera, con su entusiasmo, le han hecho “rejuvenecer”, y le han exigido esforzarse cada día para estar, cuando menos, al mismo nivel que ellos. Se lleva consigo su cariño, su amistad y su respeto. Los mismos sentimientos que él siente hacia todos ellos, a los que nunca olvidará.
En este momento de la despedida le viene a la cabeza aquella frase de la novicia María (Julie Andrews), en la oscarizada Sonrisas y Lágrimas (Robert Wise, 1965), que aplica para sí mismo: “Cuando se cierra una puerta, en otro sitio se abre una ventana”.
El teniente Colombo desconecta el ordenador, precinta la última caja y, abrochándose un botón de la gabardina, abandona el despacho sin mirar hacia atrás…