Ordenado obispo el 11 de mayo de
1985, Francisco Javier Martínez se convirtió, en ese momento, en el prelado más
joven de España. Dieciocho años más tarde, en 2003, fue nombrado arzobispo de Granada, puesto que ostenta en la
actualidad.
En las últimas semanas, este vicario apostólico de Cristo ha vuelto
a ser centro de todas las miradas por los supuestos casos de pederastia y
abusos sexuales cometidos en la sede de la que es titular. El asunto se
encuentra en manos de la Fiscalía, que ha abierto las preceptivas diligencias
de investigación penal. “Hasta aquí, nada que decir. Únicamente, dejar que la
justicia realice su trabajo”, apunta el teniente Colombo, masticando con rabia
uno de sus puros –acribillado a mordiscos- por el asco que siempre le producen
este tipo de noticias.
Sin embargo, lo que al teniente Colombo le ha encolerizado
de verdad ha sido la actitud del mencionado patriarca
catecumenal, que, postrado ante el altar de su sede parroquial, ha pedido
perdón a Dios por los supuestos casos de pederastia denunciados en su ámbito de
gestión espiritual. Y, así, sin más, ha dado por finiquitado el asunto. Como si
los hechos denunciados fueran una especie de arcano místico, escondido en las tenebrosas
catacumbas romanas, inescrutables a la inteligencia humana, y absueltos con un
simple acto de contrición mirando al suelo.
“Es evidente que este delegado del poder divino en la Tierra
no entiende nada, ni lo quiere entender. La única justicia que debe juzgar los actos
denunciados, y fallar en consecuencia, es la justicia del hombre. Ni la teocracia
ni la justicia divina existen; son una falacia inventada por la Iglesia
Católica durante más de 20 siglos para justificar y tapar sus barbaridades, sus
coacciones y sus actos inquisitoriales”, remata el teniente Colombo, mientras
contrasta –una vez más- que algunos miembros de la Iglesia Católica no se
merecen ni la forma sagrada que bendicen en la comunión.