domingo, 5 de abril de 2015

DIOS ES SORDO Y CIEGO

Después de casi tres meses de ausencia, vuelve el teniente Colombo a este blog. Los numerosos casos de asesinato que ha tenido que resolver durante este tiempo y, por qué no reconocerlo, la falta de ánimo e inspiración, le han tenido alejado de sus fieles seguidores. Pero sólo temporalmente. Así las cosas, enciende uno de sus puros y se pone, de nuevo, manos a la obra. 

Como todos los años por estas fechas, las cadenas de televisión repiten, una y otra vez, de forma machacona, las plúmbeas aventuras y desventuras de los personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento. Entre ellos, se llevan la palma, Ben-Hur (protagonista de la película del mismo título) y el Moisés de Los 10 mandamientos. El teniente Colombo, frisando los 55, no es capaz de calcular cuántas veces ha visto a Charlton Heston dividir el Mar Rojo en dos, o competir contra Stephen Boyd en la carrera de cuadrigas más famosa de la historia. 

Sin embargo, este año, el teniente Colombo ha descubierto un nuevo matiz. Revisando Los 10 mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956) -“una de esas películas que une el telediario de mediodía con el de la noche”, apostilla el teniente Colombo- ha constatado que Dios era sordo y ciego… eso siendo generosos en el calificativo.  

“¿Cómo sino, se pregunta el teniente Colombo, se explica que tengan que pasar 400 años para que envíe al pueblo israelí un libertador –Moisés-, y se ponga al frente de la manifestación contra Ramsés II?”… “¿tanto se tarda en ver la situación de esclavitud del pueblo hebreo, en escuchar sus lamentos, y, sobre todo, hacen falta cuatro siglos para hacer un casting y elegir un libertador?”… ¡Por favor! Para el teniente Colombo sólo hay una explicación: Dios es sordo y ciego.

domingo, 4 de enero de 2015

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN


En apenas unas semanas, y tras 46 años de una intensa y exitosa vida profesional, el capitán abandonará, de forma definitiva, la comisaría. Como decía el viejo profesor José Luis Sampedro en su metáfora sobre la vida: llega un momento en el que el río finaliza su trayecto y se une al mar.
El destino del teniente Colombo se cruzó con el del capitán en el último aliento de los años ochenta. Y, a decir verdad, la primera toma de contacto entre ambos no fue un camino de rosas. El capitán ya contaba por aquel entonces con una dilatada, y experimentada, carrera en la comisaría (no había caso de asesinato que se le resistiera); mientras que el teniente Colombo apenas había resuelto algún que otro entuerto de escasa relevancia (asaltos a mano armada en astilleros gallegos de rudimentaria gestión familiar, y desfalcos de guante blanco en entidades aseguradoras venidas a menos… delitos de poca monta), pero se creía -¡pobre ingenuo!- la reencarnación misma de Fray Luca Pacioli.
En poco tiempo, las mandíbulas de las diferencias se fueron cerrando y comenzó una relación, personal y profesional, que ha llegado hasta la actualidad, plenamente consolidada en forma de amistad. El teniente Colombo está convencido que su trayectoria en la comisaría no hubiera sido la misma sin el apoyo permanente del capitán. Siempre que le ha necesitado, el capitán ha estado ahí. ¡Siempre! Para ayudarle, aconsejarle o simplemente consolarle. Sobre todo, en los peores momentos en la vida del teniente Colombo, que es cuando la talla humana de una persona –como la del capitán- alcanza su verdadera dimensión. La deuda de gratitud es equivalente al resultado de dividir la unidad entre cero: infinita.
“El capitán es historia viva de la comisaría, una especie de flautista de Hamelín al que todos siguen ciegamente por la fe en sus convicciones y su capacidad para convencer… y, sin embargo, no es una persona fácil de definir”, explica el teniente Colombo, mientras acude a su modesta filmoteca casera para documentarse sobre algunos personajes emblemáticos de la historia del cine, cuyos perfiles encajan, milimétricamente, con los del capitán.
En opinión del teniente Colombo hay tres héroes de la pantalla en los que, de alguna manera, convergen –a modo de mágica conexión en blanco y negro- las cualidades humanas y profesionales del capitán. El Atticus Finch de Matar un ruiseñor (1962), con un Gregory Peck memorable; el sheriff de Solo ante el peligro (1952), con un Gary Cooper íntegro y crepuscular; y el modesto oficinista C.C. Baxter de El apartamento (1960), cinta en la que Jack Lemmon regala al mundo una clase magistral de interpretación. Tres historias sencillas, de luchadores, que contienen en cada fotograma los valores que nunca cambian, los valores eternos de la amistad, la lealtad, el sentido del deber, la honestidad, la integridad y el respeto por los demás… “valores que, sin duda, definen a un hombre irrepetible como el capitán”, apuntilla el teniente Colombo, mientras trata de localizar entre los bolsillos de su gabardina un lápiz para firmar este post.

P.D.: este post es el homenaje, sencillo y sincero, del teniente Colombo a Manuel Arias de la Cruz (flautista y capitán, al mismo tiempo).

sábado, 20 de diciembre de 2014

SPENCER TRACY


Spencer Bonaventure Tracy (Milwaukee, Wisconsin,  1900 - Beverly Hills, Los Ángeles, 1967), Spencer Tracy, ha sido, en opinión del teniente Colombo, uno de los mejores actores que ha dado el cine en toda su historia. “Sus películas, y su naturalidad ante las cámaras, así lo avalan”, afirma el teniente Colombo, que llevaba tiempo deseando dedicarle un post a este legendario actor.
De la extensa, y variada, filmografía de Spencer Tracy, el teniente Colombo destacaría las siguientes películas: San Francisco (W.S. Van Dyke, 1936), Capitanes intrépidos (Víctor Fleming, 1937), Forja de hombres (Norman Taurog, 1938), El extraño caso del Dr. Jekyll (Víctor Fleming, 1941), El padre de la novia (Víctor Fleming, 1950), Conspiración de silencio (John Sturges, 1955), Vencedores o vencidos (Stanley Kramer, 1961) y su testamento fílmico, Adivina quién viene a cenar esta noche (Stanley Kramer, 1967), donde formó pareja –por última vez- con Katharine Hepburn, su eterna compañera en la pantalla, y fuera de ella. Diecisiete días después de finalizar el rodaje de Adivina… falleció de un ataque al corazón.
De todas ellas, el teniente Colombo destacaría, precisamente, Adivina quién viene a cenar esta noche. En este filme, Spencer Tracy debe demostrar su ausencia de prejuicios cuando su hija presenta a sus padres a su novio, un yerno perfecto con la única salvedad de que su piel es negra (papel interpretado por Sidney Poitier). “La secuencia final en la que Tracy aboga por el amor entre dos personas que se aman profundamente –sin importar el color de su piel-, rechaza sin paliativos los prejuicios raciales y defiende con determinación el respeto a decidir por uno mismo desde la tolerancia más absoluta, son de una hondura dramática y una brillantez interpretativa al alcance de muy pocos actores de la historia”, opina el teniente Colombo, mientras se acerca, una vez más, el amplísimo testamento cinematográfico de Spencer Tracy.
“No estaría de más que los estamentos judiciales de Estados Unidos y el ministro del Interior español, revisasen, con atención, el último film de Spencer Tracy y su alegato final. Ni la judicatura americana, ni el ministro español, parecen haber dado con la tecla de las libertades y los derechos fundamentales en sus recientes fallos sobre los asesinatos de dos hombres de color a manos de policías blancos; y la llamada Ley Mordaza (eufemísticamente denominada “Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana”), remata el teniente Colombo, a punto de coger su coche para acercarse a la Fundación Mapfre, donde se exponen algunos cuadros del genial pintor Joaquín Sorolla.

sábado, 13 de diciembre de 2014

HERODES, THE KING


Un año más, querámoslo o no, llega la Navidad. Ese periodo del año en el que la condición humana pierde buena parte de su raciocinio y se lanza a un consumismo exacerbado, a una felicidad impostada y a las más altas cotas de estupidez e hipocresía.
En este contexto, y dado que la maquinaria mercantil -revestida de lucecitas de colores- no deja opción al éxodo mental y espiritual, el teniente Colombo quiere reivindicar la figura de un personaje olvidado, e incluso vilipendiado, por los colectivos más fundamentalistas del agip-pro católico: el rey Herodes.
Herodes el Grande reinó sobre el pueblo judío durante las cuatro últimas décadas del siglo I A.C., y destacó por su eficaz gestión administrativa, por las obras de reconstrucción del templo de Jerusalén y por los numerosos gestos humanitarios que llevó a cabo a lo largo de su reinado, repartiendo trigo y alimentos entre todos aquellos que soportaban una terrible hambruna. “Es decir, todo lo contrario que Ana Botella, actual alcaldesa de Madrid”, apuntilla el teniente Colombo.
“Quizás su vida privada no fuera un ejemplo de rectitud y moralidad (por lo visto, fue un polígamo confeso y un precursor avezado de las más grandes orgías y bacanales), pero ello no justifica, en modo alguno, su relegada posición –sólo y triste en su castillo- en todos los belenes de la órbita cristiana”, apunta el teniente Colombo, mientras se apresta, con fruición, a encender uno de sus inconfundibles habanos.
“El rey Herodes se merece, por derecho propio, un lugar preeminente en todos los misterios cristianos. Su preponderancia está, sin duda, al mismo nivel que el líder sindical de los pastores, el rey Melchor, la vaca del portal de Belén, e incluso el mismísimo Niño Jesús”, reivindica el teniente Colombo, en el mismo momento en el que el primer villancico ha empezado a producirle una hipoacusia neurosensorial de inicio súbito (es decir, principio de sordera).

sábado, 6 de diciembre de 2014

DESCEREBRADOS Y ASESINOS


Los recientes acontecimientos ocurridos en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón, con resultado de muerte de un aficionado ultra del Deportivo de la Coruña a manos de un grupo de radicales del Frente Atlético (un asesinato en el sentido literal de la palabra), le han hecho reflexionar –y mucho- al teniente Colombo.
De sobra es sabido que el teniente Colombo vive el fútbol con pasión y que por sus venas corre sangre rojiblanca. Todos los poros de su piel transpiran fervor rojiblanco. Pero, al mismo tiempo, el teniente Colombo, desde su pequeño universo familiar y profesional, está firmemente comprometido con la democracia y la legalidad constitucional. Es por ello que rechaza, sin paliativos y sin ningún tipo de ambigüedad, cualquier acto de violencia y de apoyo a estos grupos de miserables y asesinos, revestidos de una falsa estética futbolística.
Desgraciadamente, en los últimos días, el teniente Colombo no ha percibido esa misma contundencia en los dirigentes del Atlético de Madrid (Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil), ni tampoco por parte del entrenador, Diego Pablo Simeone. “Sus declaraciones han sido tibias, ambiguas, cobardes, imprecisas, vacilantes… impresentables”, considera el teniente Colombo, mientras retira –después de 35 años- el escudo del Atleti del cristal trasero de su coche.
“Estos grupos, con independencia del signo político y los colores que pretendan defender, no se representan ni a sí mismos. Son, sencillamente, una turba de descerebrados, delincuentes, asesinos, maleantes, pendencieros… lo mejor de cada casa; apoyados y protegidos, además, por un grupo de dirigentes deportivos sin coraje ni determinación”, concluye el teniente Colombo, mientras se dirige al cuarto de baño de la comisaría para vomitar, por las náuseas que le produce la situación actual en el mundo del fútbol.

sábado, 29 de noviembre de 2014

FALSA TEOCRACIA


Ordenado obispo el 11 de mayo de 1985, Francisco Javier Martínez se convirtió, en ese momento, en el prelado más joven de España. Dieciocho años más tarde, en 2003, fue nombrado arzobispo de Granada, puesto que ostenta en la actualidad.
En las últimas semanas, este vicario apostólico de Cristo ha vuelto a ser centro de todas las miradas por los supuestos casos de pederastia y abusos sexuales cometidos en la sede de la que es titular. El asunto se encuentra en manos de la Fiscalía, que ha abierto las preceptivas diligencias de investigación penal. “Hasta aquí, nada que decir. Únicamente, dejar que la justicia realice su trabajo”, apunta el teniente Colombo, masticando con rabia uno de sus puros –acribillado a mordiscos- por el asco que siempre le producen este tipo de noticias.
Sin embargo, lo que al teniente Colombo le ha encolerizado de verdad ha sido la actitud del mencionado patriarca catecumenal, que, postrado ante el altar de su sede parroquial, ha pedido perdón a Dios por los supuestos casos de pederastia denunciados en su ámbito de gestión espiritual. Y, así, sin más, ha dado por finiquitado el asunto. Como si los hechos denunciados fueran una especie de arcano místico, escondido en las tenebrosas catacumbas romanas, inescrutables a la inteligencia humana, y absueltos con un simple acto de contrición mirando al suelo.
“Es evidente que este delegado del poder divino en la Tierra no entiende nada, ni lo quiere entender. La única justicia que debe juzgar los actos denunciados, y fallar en consecuencia, es la justicia del hombre. Ni la teocracia ni la justicia divina existen; son una falacia inventada por la Iglesia Católica durante más de 20 siglos para justificar y tapar sus barbaridades, sus coacciones y sus actos inquisitoriales”, remata el teniente Colombo, mientras contrasta –una vez más- que algunos miembros de la Iglesia Católica no se merecen ni la forma sagrada que bendicen en la comunión.

domingo, 23 de noviembre de 2014

DUQUESA DE ALBA DE TORMES Y MUCHO MÁS


El reciente fallecimiento de la Duquesa de Alba (bautizada en 1926 como María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva), ha vuelto a poner de manifiesto –en opinión del teniente Colombo- algunos anacronismos que, en pleno siglo XXI, se mantienen en España.
Al teniente Colombo le resulta difícil asimilar que durante más de seiscientos años una sola familia haya podido acumular tantas riquezas, tesoros, títulos nobiliarios, condecoraciones, ducados, marquesados, galardones, títulos honoríficos, etc., por el mero hecho de nacer en una determinada cuna o por herencias conseguidas mediante regalos y prebendas de las diferentes Casas Reales que han jalonado la historia de España durante los últimos seis siglos. “Seis siglos de acumulación de una fortuna incalculable, sin límite, asentada en unos derechos que se traspasan de hijos a hijos, de nietos a nietos, de bisnietos a bisnietos… y así, hasta el infinito y más allá”, refunfuña el teniente Colombo, mientras comprueba cómo –desgraciadamente- hay cosas en este país que no cambiarán nunca.
Al teniente Colombo le importa muy poco el debate sobre la Duquesa fallecida. Le da exactamente igual determinar con precisión si era dieciocho veces marquesa, o diecinueve;  veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces Grande de España, o quince, o dieciséis… ¡qué más da! Lo que al teniente Colombo le viene a la cabeza en este momento es el Trienio Liberal (1820-1823), la desamortización de Mendizábal (1836-1837), la desamortización de Espartero de 1841, la de Pascual Madoz de 1855, y, sobre todo, la Primera (1873-1874) y la Segunda República (1931-1939).
A buen entendedor…