miércoles, 25 de enero de 2012

EL VALOR DEL ESFUERZO

En el episodio “El asesinato más inteligente del mundo” (1977), el teniente Colombo se enfrenta a un asesino con un coeficiente intelectual extraordinario, fuera de lo común.
En la secuencia final, toda vez que ha desenmascarado al criminal, el teniente Colombo hace la siguiente reflexión, medio perdido en la nube de humo de su cigarro: “¿Sabe una cosa, señor? Este mundo es extraño. De niño era un estudiante del montón, sin motivación, y mis calificaciones no destacaban en ninguna materia. Cuando entré en la policía advertí que casi todos mis compañeros eran más inteligentes que yo, y llegué a la conclusión de que si me dormía, si no hacía algo, sería un policía más. Por eso decidí trabajar más que ellos, leer mucho, formarme en diversas materias, absorber cualquier conocimiento que me pudiera servir en mi carrera en la policía, y, sobre todo, decidí que debía tener confianza en mí mismo”.
Estas reflexiones –un ejercicio de management en toda regla- son las que el teniente Colombo trata de inculcar cada día a su sobrino de 12 años: el valor del trabajo (del estudio), de la constancia, de la disciplina, de la dedicación, de la perseverancia, de la tenacidad… en definitiva, el valor del esfuerzo. “Mira Nacho, nada en esta vida –prosigue el teniente Colombo- es gratis; y el esfuerzo tampoco es gratuito. Sin esfuerzo no hay aprendizaje. El esfuerzo no es una condición, es el resultado de un proceso que comienza en los primeros años de la vida de una persona… el esfuerzo es un hábito”.
Al teniente Colombo le gusta poner como ejemplo la magnífica película de Billy Wilder “El héroe solitario” (1957), que narra la hazaña de Charles A. Lindbergh, al cruzar el Atlántico sin escalas desde Nueva York a París. Lindbergh vive en su avión, El espíritu de San Luis, treinta seis horas de soledad. Treinta seis horas de esfuerzo y superación.

sábado, 21 de enero de 2012

221B BAKER STREET

De alguna manera, el personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887 y el teniente Colombo tienen algunos puntos en común. A pesar de existir un siglo de diferencia entre ambos, tanto Sherlock Holmes como el teniente Colombo son sagaces, brillantes, inteligentes y, sobre todo, implacables ante el crimen.
Hace unos días, el teniente Colombo volvió a comprobar, una vez más, las cualidades innatas del detective más famoso de la literatura, que vivió junto con su inefable compañero, el doctor Watson, en el 221B de Baker Street. Se acercó al cine de su barrio a disfrutar de la película Sherlock Holmes: juego de sombras.
“Sin duda, lo mejor de la película son las brillantes interpretaciones de Robert Downey Jr., en el papel de Holmes, y de Jude Law, como el Dr. John Watson. En esta versión destaca, además, la extraordinaria aportación del actor Jared Harris, como el malvado profesor Moriarty, que protagoniza un duelo a muerte con Sherlock Holmes en una secuencia magnífica”, reflexionaba el teniente Colombo a la salida del cine, a punto de encender uno de sus cigarros.
“Por otro lado -concluye el teniente Colombo- la película es un despliegue visual incuestionable, con continuos movimientos de cámara, a toda velocidad, que, en ocasiones, agotan al espectador en detrimento de la historia”. A medida que avanzaba la película y las capacidades intelectuales de Holmes son sustituidas por aptitudes más físicas, la perplejidad del teniente Colombo iba en aumento. No acaba de entender realmente las intenciones del director de la cinta (Guy Ritchie): ¿espectáculo visual a toda costa, o un meticuloso desarrollo de la historia, profundizando en las características de cada personaje? Al teniente Colombo le quedó la duda, mientras repasaba mentalmente las sobresalientes interpretaciones del actor Basil Rathbone, uno de los mejores Sherlock Holmes de la historia del cine (en blanco y negro y sin efectos especiales).

domingo, 15 de enero de 2012

ENTRE PÁJAROS CARPINTEROS

La Sierra de Guadarrama se encuentra entre las provincias de Madrid, Segovia y Ávila. Delimitada por el valle del río Alberche y el Puerto de Somosierra, está compuesta por una cadena montañosa de, aproximadamente, 80 kilómetros de longitud, con orientación sudoeste-noreste. Forma parte del Sistema Central, dividiendo en dos la Meseta Central Ibérica y constituye la delimitación de las cuencas hidrográficas de los ríos Duero y Tajo. La base de esta formación montañosa se encuentra entre los 900 y los 1.200 m de altitud, siendo su pico más alto el Peñalara, con una altitud de 2.430 m.
Así, de esta forma tan académica, comenzó el teniente Colombo una jornada senderista por la Sierra de Guadarrama; en concreto, por la denominada Ruta de los Miradores de la Fuenfría, en el término municipal de Cercedilla. El día era esplendoroso. Luz y color a raudales. No parecía un día del mes de enero, más bien de primavera.
Rememorando a Machado, Aleixandre, Baroja y Unamuno –fascinados en su día por esta naturaleza de ensueño- el teniente Colombo se puso en marcha –ligero de equipaje- a eso de las diez de la mañana, desde la zona recreativa de Las Dehesas. Fiel a las marcas amarillas grabadas en los troncos de los árboles, inició la marcha, a pie, camino arriba. Mientras iba tomando altura, el paisaje le reconfortaba de la tensión de la comisaría: cubierto por pinos silvestres, robles, zarzas, jaras, retamas, helechos, el martilleo en la distancia de los pájaros carpinteros… el teniente Colombo respiraba hondo, oxigenado por el aire serrano, puro y ausente de contaminación. Después de dos horas de caminata, el teniente Colombo –justito de fuerzas y semblante agotado- alcanzó el Mirador de la Fuenfría. Quince minutos de descanso, y de ahí, de vuelta a Las Dehesas.
Retomó, nuevamente, el camino Schmid, la Carretera de la República y el sentido descendente de la marcha. Una hora y cuarenta minutos más tarde, alcanzó el punto de partida. Decidió celebrar el esfuerzo realizado con una ensalada mixta y un pincho de tortilla, bien regado todo con un Ribera del Duero, tinto crianza. Y como “fin de fiesta”, metió la mano en el bolsillo, sacó un cigarro apagado a medio fumar y, acercándole una cerilla, lo consiguió encender al segundo intento.

miércoles, 11 de enero de 2012

PESADILLA EN CALERUEGA STREET

Hace unos días, el teniente Colombo se despertó, sobresaltado, minutos antes de las cuatro de la madrugada. Sobresaltado y estremecido. ¿La razón? Un sueño que empezó como un plácido paseo entre las nubes, y terminó en pesadilla.
Como si fuera Superman, el teniente Colombo se encontró, de repente, surcando el cielo entre nubes de vivos colores y esponjosa densidad. La sensación era placentera. Muy placentera. Conforme avanzaba, miraba a un lado y a otro disfrutando de una hermosa vista cósmica. La estrella Rigel Kentaurus a su derecha, un grupito de novas y supernovas a su izquierda, Saturno y Neptuno un poco más allá,… un escenario mágico. Igual que el protagonista de Titanic, se creía el rey de la Vía Láctea.
Poco a poco, la velocidad comenzó a aumentar. Cada vez más, cada vez más. Y de una manera directamente proporcional, la falta de oxígeno. Cada vez menos, cada vez menos. La sensación ya no era tan placentera. Las nubes de vivos colores se habían transformado en cúmulos de masas oscuras, compactas y ásperas. La velocidad seguía aumentando. La ausencia de oxígeno también. La angustia empezaba a ahogar al teniente Colombo. En ese momento, el sueño ya se había convertido en pesadilla. Apenas había luz en aquel túnel sin fin en el que estaba inmerso. Sólo oscuridad, soledad, tinieblas… la nada. “¿Será así cuando se muere uno?”, se preguntaba el teniente Colombo, aterrorizado, en una especie de duermevela que, aunque dormido, le hacía tener plena consciencia de lo que estaba ocurriendo.
Súbitamente, un impulso le hizo despertarse, agotado y exhausto por la pesadilla. O quizás fue el instinto de supervivencia, quién sabe. Se levantó al baño, hizo lo que le demandaba su vejiga, y se volvió a la cama aliviado.

sábado, 7 de enero de 2012

EL 8º MANDAMIENTO

El pasado 8 de octubre de 2011 (“Remembering Macroeconomía”), el teniente Colombo reflexionaba en este blog sobre algunas medidas económicas implantadas en su país, y el impacto negativo que las mismas podían generar sobre determinados elementos del Estado del Bienestar (en particular, sobre la sanidad pública).
Pues bien, si aquellas medidas –restrictivas- removieron la conciencia económica y social del teniente Colombo, las que acaba de tomar el nuevo gobierno (elegido democráticamente el 20 de noviembre de 2011), le han dejado literalmente perplejo, en estado de shock. Por varias razones.
En primer lugar, porque, en contra de las promesas electorales y algunos silencios, el nuevo gobierno ha subido los impuestos de una manera brutal e indiscriminada; penalizando, fundamentalmente, las rentas del trabajo y el ahorro de la clase media. Ahí es nada. Al teniente Colombo le cuesta creer que al nuevo gobierno, teniendo a su disposición la información pública del Tribunal de Cuentas, del Instituto Nacional de Estadística y del Banco de España -entre otras- le haya cogido por sorpresa la realidad de las principales magnitudes macroeconómicas (excusa que ha utilizado para maltratar a los contribuyentes con una medida tan fácil y poco original como la subida de impuestos). “La excusa no se la cree ni un niño de preescolar”, masculla el teniente Colombo, mientras se afana en encender su primer puro del día. El teniente Colombo no es capaz de imaginar qué hubiera ocurrido si las mismas medidas –o similares- las hubiera tomado el gobierno anterior (probablemente habría acabado como el protagonista de la ópera Tosca de Puccini: fusilado).
Y, en segundo lugar, el teniente Colombo está perplejo porque tiene serias dudas de que medidas restrictivas de política fiscal como las que se han aplicado (reducción del gasto público y subida de impuestos, de forma conjunta) vayan a favorecer el crecimiento económico. Más bien al contrario. Penalizar las rentas del trabajo y el ahorro supone automáticamente un freno de la demanda agregada, una caída del consumo y, en consecuencia, una contracción de la actividad económica y un aumento del desempleo. Si en este escenario, los tipos de interés no se reducen para impulsar la inversión, y el sistema financiero no acompaña con acciones crediticias contundentes y sostenidas en el tiempo, la mecha de la bomba de relojería en que se convierte la situación económica está encendida. ¿Acaso la única línea de actuación es la reducción del déficit público? El teniente Colombo no tiene ninguna duda: no.
Aunque no apoyó con su voto al gobierno actual, el teniente Colombo albergaba la esperanza de que impulsara medidas más originales, y audaces, que la ominosa subida de impuestos. Al menos, eso es lo que prometió (8º mandamiento de la Ley de Dios: no levantarás falsos testimonios ni mentirás).

lunes, 2 de enero de 2012

SIEMPRE TENDREMOS PARÍS

El teniente Colombo nunca podrá olvidar los casi tres años que ha pasado en la comisaría, que abandonará en los próximos días. En todo este tiempo ha tenido que resolver muchos casos de asesinato –de muy diversa índole-; pero no hubiera podido hacerlo sin el apoyo incondicional de sus compañeros y colaboradores, y, sobre todo, sin su generosidad.

Llegado el momento de decir adiós, el teniente Colombo tiene una profunda deuda de gratitud hacia todos ellos. Por muchas razones. Por haber compartido juntos momentos buenos y momentos menos buenos, por el caudal de aprendizaje que se lleva en la mochila de personas tremendamente sensatas, por haber tenido el enorme privilegio de compartir responsabilidades con una compañera excepcional (trabajar con ella es sinónimo de esfuerzo, compromiso y coherencia),… y, en particular, por las numerosas muestras de cariño y afecto recibidas en las últimas semanas. Al mismo tiempo, pide perdón a cualquiera que se haya podido sentir molesto (o molesta) en alguna ocasión por comentarios o decisiones poco afortunadas. También en este caso, al teniente Colombo le ocurre como en sus viajes de voluntariado: ha recibido mucho más de lo que él haya podido dar. Es un afortunado.

Y en este momento de la despedida, no puede evitar acordarse de Rick Blane e Ilsa Lund (Bogart y Bergman), en la mítica secuencia de Casablanca, que será la antesala de su separación, en la que se prometen mutuamente que “Siempre tendremos París” (We´ll always have Paris). Al teniente Colombo le sucede  algo parecido: siempre le quedará la amistad y el cariño de un buen grupo de amigos y compañeros, allá donde esté. Gracias a todos, de corazón (teniente Colombo, dixit).

¡Pero… las peripecias del teniente Colombo no acaban aquí! Desde su nuevo destino, en otra comisaría diferente, seguirá alimentando este blog con la misma ilusión que lo ha hecho hasta ahora, o más si cabe; y abrazará para sí mismo el pensamiento de William Shakespeare (1564-1616), que reza así: “Los amigos que tienes, y cuya amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero”.

“Vaya, hombre, se me ha vuelto a apagar el puro”, refunfuña el teniente Colombo mientras cierra esta reflexión…