miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL MILAGRO DEL "SKREI"

Probablemente, el pescado que más encandila al teniente Colombo es el bacalao. En todas sus versiones. Se acercan los meses en los que el bacalao tiene su momento gastronómico cumbre: se produce, según los noruegos, “el milagro del skrei”. El bacalao ártico siente la necesidad de abandonar las gélidas aguas del mar de Barents y migrar hacia el suroeste, a las Islas Lofoten, el lugar donde nació. El largo viaje suele comenzar en enero y culminar en abril.

Sin embargo, esta mañana, el teniente Colombo ha localizado los primeros bacalaos skrei en su pescadería habitual (“Pescados Luis”, Arturo Soria, 307). Con una precisión de cirujano, Luis ha preparado el bacalao en lomos de unos cuatro dedos de ancho cada uno (retirando la cabeza), y, feliz y contento, bacalao en mano, el teniente Colombo se ha ido canturreando a casa –cual Caperucita Roja- para elaborar su receta preferida. Fuera gabardina, cigarro a la basura, delantal rojiblanco a la cintura y… a cocinar (en esta ocasión, ha abierto un Muga, crianza 2007, para que el trabajo en los fogones fuera más llevadero).

Lo primero que ha hecho el teniente Colombo ha sido preparar un zumo de dos limones y una lima, que ha reservado. A continuación, ha rebozado los lomos de bacalao en harina y huevo (de manera ligera, eliminando el exceso de harina), salando cada lomo por ambos lados, procediendo a freírlos con delicadeza (unos 3-4 minutos por cada lado, sin “achicharrarlos”). Llegados a este punto, el teniente Colombo –que, en este momento, apura ya la segunda copa del Muga- ha retirado los lomos de la sartén, colocándolos de forma ordenada en un plato, o fuente. En la misma sartén en la que ha hecho el bacalao, el teniente Colombo ha frito tres ajos grandes, cortados previamente en rodajitas finas. Los ha dorado un poco, cuidando de que no se quemen. En ese momento, añadió en la sartén el zumo que tenía reservado de los limones y la lima, mezclándolo con los ajos, dejando al fuego hasta reducir. En el punto de reducción adecuado, ha incorporado el jugo, y los ajos, sobre los lomos de bacalao que esperaban pacientemente en la fuente, bañándolos todos bien. El teniente Colombo ha comprobado muchas veces que, si sobra algún lomo por ausencia de apetito, al día siguiente suelen estar igual de sabrosos.

El teniente Colombo, apurando a estas alturas de la faena el maravilloso Muga, ha bautizado esta receta como “Bacalao skrei, en salsa de cítricos con ajos tiernos”. Ahí es nada.

jueves, 22 de diciembre de 2011

EL PRISIONERO DEL CIELO

En apenas tres sesiones de lectura, el teniente Colombo ha dado buena cuenta de la última novela de Carlos Ruiz Zafón: El prisionero del cielo (Editorial Planeta, 2011). La novela, de casi 400 páginas, es un compendio de suspense, misterio, riesgo y seducción. Vamos, como la mayoría de los casos de asesinato del teniente Colombo.
Las aventuras de Daniel Sempere y su amigo Fermín Romero de Torres, han desembarcado en la vida del teniente Colombo, una vez más, como un torbellino de emociones. Aunque El prisionero del cielo puede leerse como una obra independiente de La sombra del viento y El juego del Ángel (las novelas precedentes de esta trilogía, que, en su conjunto, está prevista como una tetralogía), las historias de sus dos protagonistas convergen de una manera magistral y conducen al lector, como un perro guía, al enigma del Cementerio de los Libros Olvidados.
En opinión del teniente Colombo, esta tercera entrega contiene una trama brillante y una estructura argumental sublime y meticulosa. El dominio del lenguaje de Carlos Ruiz Zafón es extraordinario, de altísimo nivel. El prisionero del cielo se lee con una increíble rapidez. “Una novela, a todas luces, recomendable”, le sugiere el teniente Colombo al capitán, nada más llegar a la comisaría.
No todo en la vida del teniente Colombo es resolver casos de asesinato. Siente verdadera pasión por la lectura.


domingo, 18 de diciembre de 2011

LA NINES

La Nines (c/ Chiapas, 4, Las Rozas-Madrid, 91 6392311) se ha convertido en el restaurante de cabecera del teniente Colombo (¿o debiera decir gastrobar?,… el impacto mediático de los jóvenes restauradores y la pléyade de críticos gastronómicos, omnipresentes en la vida pública, que se empeñan en redefinir el mundo de los pucheros, en muchas ocasiones no hace sino confundir al personal).
Situado en la frontera entre Las Rozas y Majadahonda, La Nines es un restaurante con una cocina honesta y cuidada. Durante la semana propone un menú que, con sencillez y profesionalidad, asombra a los parroquianos, que, cada día, acuden fieles a la cita como abejas a un panal de miel. “¡¿Cómo es posible que por 13,5€ se pueda ofrecer un menú de tan alta calidad, tan bien elaborado y con una presencia en el plato tan cuidada!?”, se preguntan a diario, sorprendidos, el teniente Colombo y sus compañeros de comisaría.
Si los garbanzos guisados con calamarcitos presentan una textura ligada y sabrosa; qué decir de las lentejas acompañadas de un salteado de verduras y una rodajita de sobrasada que le da un toque distinto y original; sin olvidar los muslos de conejo rematados al horno, previamente confitados; o ese cazón en adobo con una fina capa de rebozado. Los postres no desmerecen, aunque la piña y el melón suelen ser los más solicitados.
Al margen del menú del día, la carta es amplia y variada, y a precios razonables (las papas negras arrugás, con sus dos mojos, tienen enamorado al teniente Colombo). La propuesta adicional de tapas y pequeñas raciones, completan una oferta gastronómica heterogénea, moderna y atractiva. La bodega está bien surtida, con un puntito de audacia y frescura. Es original y se atreve con marcas poco conocidas. “Siempre es bueno experimentar con los caldos”, reconoce el teniente Colombo.
Y lo mejor, en opinión del teniente Colombo, es el servicio: atento, relajado y con un nivel de asesoramiento (sin atosigar), que agradece el comensal. Por el momento, para el teniente Colombo, La Nines no tiene competencia.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

THE COMPANY MEN

The company men, dirigida por John Wells (2010), ha impactado al teniente Colombo. La película trata el drama del paro desde el punto de vista de un alto ejecutivo que pierde su trabajo de la noche a la mañana. Hasta entonces, Bobby Walker (Ben Affleck) vivía el sueño americano: una gran mansión, una buena familia y un Porsche en la puerta de su casa. Sin embargo, cuando la compañía para la que trabaja decide reducir plantilla, tanto él como sus superiores Phil Woodward (Chris Cooper) y Gene McClary (Tommy Lee Jones) poco pueden hacer para ayudarle, porque tampoco ellos tienen asegurado el puesto de trabajo. Todos ellos tendrán entonces que replantearse (reinventarse) sus vidas y su papel como empleados, maridos y padres.
La película ha hecho reflexionar al teniente Colombo, y mucho. Además de contar con un excelente guión y un elenco de actores que bordan sus papeles (a los citados anteriormente se une Kevin Costner, carpintero de profesión y representante en la película de la clase media americana); la cinta, en opinión del teniente Colombo, es un manual de la A a la Z sobre los efectos devastadores del paro.
El film no incide en las causas de la crisis, sino en las consecuencias que ésta tiene sobre un grupo de hombres (el cuarteto protagonista) que, de alguna manera, representan distintas clases sociales. La película es dura y desgarradora, sin concesiones a la galería. Refleja la deshumanización de las corporaciones (grandes, medianas y pequeñas), cuando se trata de mejorar los ratios financieros y atender con el máximo cariño al accionista. En ese momento, cualquiera es prescindible, sin excepción (peones de un tablero de ajedrez). “Y pobre del que piense otra cosa”, reflexiona entre dientes el teniente Colombo.
Menos mal que, al final, el director se apiada del espectador –piensa el teniente Colombo, tratando de encender por enésima vez su primer puro del día, sin éxito- y, con la misma sinceridad con la que discurren los noventa minutos anteriores, lanza al aire un mensaje de esperanza: el viaje de regreso a casa y a la familia; y la satisfacción de volver a empezar y construir algo desde cero. Nada más y nada menos.

sábado, 10 de diciembre de 2011

EL MEMBRILLO

Siempre que come dulce de membrillo, al teniente Colombo le ocurre lo mismo: le viene a la cabeza, como un recuerdo permanente a modo de eco, la obra del gran pintor manchego Antonio López. Una obra repleta de sencillez, maestría y honestidad.
Una sensación muy parecida tuvo el teniente Colombo hace unos días después de que su buen amigo, y tutor universitario, José Ubaldo Bernardos, le regalara un dulce de membrillo, manufacturado con sus propias manos. Durante dos noches, el fruto del membrillero elaborado de manera sencilla con agua y azúcar, proporcionó al teniente Colombo un delicioso postre, sano y nutritivo (las propiedades saludables del membrillo se deben a su abundancia en fibra y taninos, sustancias que le confieren su propiedad astringente por excelencia); compensando, al menos en parte, los perjuicios de su adicción a los puros baratos.
El dulce de membrillo de José Ubaldo –concluyó el teniente Colombo, relamiéndose los labios cada vez que recordaba los momentos de goce y disfrute vividos- tenía el punto justo de azúcar y se deslizaba suavemente por la garganta, sin apenas necesidad de masticarlo. El grado de humedad y textura combinaban armónicamente, impregnando las papilas gustativas del teniente Colombo como la lava de un volcán empapa todo lo que encuentra a su paso.
De alguna manera, a través del dulce de membrillo, el teniente Colombo estableció una nítida conexión entre el pintor de Tomelloso y el profesor e historiador universitario: ambos rezuman sabiduría, bondad y una absorbente profesionalidad. Raras avis en estos tiempos…

martes, 6 de diciembre de 2011

LLEGA LA NAVIDAD: ¡SOCORRO!

Al teniente Colombo no le gusta la Navidad. Es más, le espanta. Ni la nacional, ni la anglosajona. Ninguna.
Palabras como regalos, turrón, mazapán, felices fiestas, muñeco de nieve, Nochebuena, villancicos, pavo, uvas, estrellas, Reyes Magos de Oriente, burbujas, camello, muérdago, lucecitas de colores, adornos, ángeles, pastorcillos, serpentinas, cabalgata, peladillas, campanitas de Belén, Papá Noel,… le revuelven, literalmente, el estómago. Al teniente Colombo le cambia hasta el carácter (a peor) conforme se van acercando estas fechas.
Y no digamos si la cosa adquiere tintes de globalización: Merry Christmas, gifts, bells, happiness, snowman, Christmas Eve, Christmas Carols, turkey, lights, grapes, stars, camel, the Christmas spirit, ornaments, angels, shepherds, toys, greetings, Santa Claus,… son términos que al teniente Colombo le ponen de color verde,  como le ocurre al personaje de El Increíble Hulk. La época navideña es para el teniente Colombo como una descarga eléctrica que le deja inhabilitado…. hasta el 7 de enero (¡bendito día!).
Lo peor de la Navidad es que no hay forma de escapar de ella. Es como un frankenstein que te engulle, te atrapa, te devora, te abduce… Cada vez con mayor antelación las grandes superficies se encargan de preparar al personal para unas fechas “tan entrañables, llenas del amor y del calor del hogar”… y llenas de consumo exacerbado, deseos forzados y brindis sin sentido.
El teniente Colombo lleva años tratando de dar con la fórmula mágica (cual bálsamo de Fierabrás) para caer en un profundo sueño los días previos al inicio del desenfreno navideño y despertarse, tranquilo y descansado, una vez que haya pasado el tsunami de “alegría y amor”. De momento, sigue buscando…

domingo, 4 de diciembre de 2011

TODO POR UN SUEÑO GASTRONÓMICO

La última aventura literaria de María Jesús Romero de Ávila, Todo por un sueño gastronómico (Edición Personal, 2010) es un alarde de honestidad y valentía. Apenas iniciada su lectura, un fogonazo de luz atravesó, de norte a sur y de este a oeste, los recuerdos cinematográficos del teniente Colombo: la mítica secuencia de La quimera del oro, en la que Chaplin se aplica, concienzudamente, a devorar su propio zapato, haciéndose la ilusión de que se está comiendo una suculenta langosta.

El estilo literario de María Jesús Romero hace muy fácil y amena la lectura de la novela. La introducción de un ramillete interminable de recetas aporta, en opinión del teniente Colombo, un ingrediente adicional de cercanía y contraste de vivencias. Hace que la novela sea más jugosa.

La novela está trufada de guiños y coincidencias, a través de un hilo conductor documentadísimo: la gastronomía. Las continuas referencias a los mercados (“la plaza”, como se decía hace algunas décadas), la búsqueda de las mejores materias primas, los restaurantes clásicos y las nuevas propuestas, el esfuerzo por conseguir un buen maridaje entre el vino y cada plato, las sobremesas con sus charlas interminables… De alguna manera, y sin haberlo previsto, el teniente Colombo aparece en la novela.