domingo, 26 de febrero de 2012

LA NUEVA COMISARÍA

Decía Julie Andrews, en la almibarada y empalagosa Sonrisas y Lágrimas (Robert Wise, 1965), que cuando se cierra una puerta, siempre se abre una ventana en otro lugar. El teniente Colombo lo ha podido comprobar recientemente.

Después de abandonar la comisaría en la que durante tanto tiempo había trabajado resolviendo innumerables casos de asesinato, el nuevo departamento policial es una “ventana” por la que entran los problemas y salen las soluciones, a la misma velocidad que lo hacía el Coyote persiguiendo al Correcaminos. La nueva comisaría es un torbellino de actividad. Un tren a toda máquina que ha enganchado al teniente Colombo de la gabardina y lo lleva en volandas sin tiempo siquiera de tomar aire. Algo parecido al vértigo en el que vivían los personajes de la inolvidable comisaría neoyorkina de Canción triste de Hill Street.

El teniente Colombo echa de menos –y mucho- a sus antiguos compañeros de algaradas, pero ha encontrado en la nueva comisaría un equipo joven, con experiencia y, sobre todo, con ganas de hacer las cosas bien. Un equipo entusiasta que le ha recibido con cordialidad y respeto, y que le está haciendo más llevadero el aterrizaje en los nuevos casos de asesinato a los que se tiene que enfrentar, que no son pocos.

Hace ya muchas lunas que el teniente Colombo leyó en algún sitio un proverbio hebreo que decía: “el que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe nunca debe olvidar”. Utilizó una cerilla para encender su puro, y clausuró esta reflexión.

miércoles, 22 de febrero de 2012

TODO TIENE UN LÍMITE

La cosa no parece tener fin. Recortes y más recortes. Esfuerzos y más esfuerzos. Sacrificios y más sacrificios. Privaciones y más privaciones. La guillotina del gobierno es insaciable, de una avaricia desmedida. Y, encima, con amenazas continuas de nuevos y mayores restricciones. Pero todo tiene un límite. Como diría uno de los protagonistas de Toy Story, un chicle no se puede estirar hasta el infinito y más allá.
Desde la extinción de los dinosaurios de la faz de la tierra, no se conoce ningún caso en la historia del hombre en el que políticas monetarias y fiscales de carácter restrictivo hayan potenciado el crecimiento económico, mejorado el estado del bienestar y generado empleo. El teniente Colombo sigue sin entender porqué el gobierno no pide sacrificios, únicamente, a quienes provocaron la crisis. A quienes especularon con el dinero de todos. A quienes calificaron la economía del país como excelente y ahora resulta que roza la quiebra. A quienes aprobaron presupuestos imposibles. A quienes alimentaron durante años la burbuja inmobiliaria… en definitiva, a quienes llevaron al país al borde del colapso económico. Al resto, que los dejen en paz (“que nos dejen en paz”, apuntilla el teniente Colombo).
“A este paso, sólo falta que el gobierno pida a los ciudadanos la inmolación. Aunque todo se andará…”, murmura el teniente Colombo, meditabundo, mientras saca un pañuelo del bolsillo de su gabardina para proteger al resto de la humanidad de un nuevo estornudo. Menudo catarro ha pillado.

domingo, 19 de febrero de 2012

EL VALOR DE LA AMISTAD

Hace unos días, el teniente Colombo pudo comprobar, una vez más, lo afortunado que era. Volvió a sentir, con satisfacción, el tremendo valor de la amistad. La AMISTAD con mayúsculas. 40 años después de haberse conocido en los Salesianos de García Noblejas, el teniente Colombo sigue compartiendo, y disfrutando, de buenos momentos con sus amigos de siempre. Con sus amigos de toda la vida.
En este tiempo han recorrido juntos, y por separado, muchos caminos. Han tomado rumbos diferentes. Es ley de vida. Pero todos los caminos, por muy equidistantes que parezcan, convergen en uno solo: en su amistad. Profunda e inquebrantable.
Recientemente, el teniente Colombo leyó una deliciosa entrevista al gran cocinero Abraham García (sancta sanctorum del restaurante Viridiana, en Madrid), hombre cultivado no sólo en el arte culinario, sino también en el literario, en el cinematográfico, en su amor por los caballos y los toros… un hombre inteligente y apasionado. En respuesta a la pregunta sobre lo que valoraba más en la vida, respondió: “Los amigos, muchos amigos, y distendidas sobremesas sin reloj donde compartir versos, canciones, películas, caballos, escotes, alcoholes, habanos y madrugadas”.
El teniente Colombo no puede estar más de acuerdo, sobre todo en lo referente a los amigos y… los escotes.

jueves, 16 de febrero de 2012

MANJARES MARINOS

Al teniente Colombo, como buen ictiófago, le encanta el rape y la langosta. La combinación de ambos le resulta un placer gastronómico sublime. Una de sus recetas favoritas consiste precisamente en eso, en combinar ambos manjares marinos, utilizando uno solo.
El asunto consiste, más o menos, en lo siguiente (receta para que dos personas coman y se sacien a gusto): para empezar, y considerando que el producto reduce bastante, el teniente Colombo sugiere comprar una cola de rape fresco de unos 600 grs. Hay que decirle al pescadero que retire la espina, que divida la cola en dos lomos (en forma de “libro”), y que no olvide incluir la columna vertebral del pececito en el paquete que nos llevaremos a casa.
Una vez organizados los fogones –y después de airear el ambiente con los aromas de un Bullón Cuvée 13, Rioja Alta- el teniente Colombo recomienda seguir los siguientes pasos:
-        La víspera, mezclar en una fuente un buen chorro de aceite de oliva extra virgen, y un par de cucharadas de pimentón. Remover bien.
-         Unir los dos lomos de rape con un cordel para hacer un cuerpo único, apretando lo justo.
-        Embadurnar bien el rape con la mezcla de aceite y pimentón. Salpimentar. Envolver la pieza en papel de aluminio, dejando que repose en la nevera unas 8 horas.
-        Al día siguiente: sin sacarlo del papel de aluminio, y a los acordes de la ópera Rigoletto, introducir el “tesoro” marino en una olla con agua y… ¡a cocer! Si la olla es express con 15 minutos desde que sube la valvulita es suficiente; si no es express tardará unos 35-40 minutos. Para la cocción echarle la espina que con tanta ilusión llevamos a casa, una pizca de sal y media cebolla.
-        Pasado ese tiempo, sacar la pieza de la cazuela, eliminar el papel de aluminio, retirar el cordel y cortar el rape en rodajas (¿o ya es una langosta?) de un dedo de ancho, o de dos, si son dedos de princesa. El teniente Colombo recomienda tomarlo templado. La pitanza se puede acompañar con una salsa al gusto, o una ensalada… a volonté.
El teniente Colombo echó una ojeada a su alrededor, apuró el Bullón Cuvée, y se relamió ante la receta que tenía ante sus ojos, que bautizó –cómo no- rape alangostado. Sus papilas gustativas goteaban saliva a borbotones, como le ocurría en cada episodio al gato patoso que perseguía, sin éxito, al canario Piolín.

sábado, 11 de febrero de 2012

EL "LINCE" IBÉRICO

El teniente Colombo, meditabundo, metió la mano en el bolsillo de la gabardina, sacó el puro, lo miró y volvió a guardarlo. En esas estaba, cuando se tropezó con la siguiente noticia: “El Gobierno limita el sueldo fijo de los directivos de las entidades financieras que hayan recibido dinero público, y les prohíbe recibir remuneraciones variables durante al menos tres años”.
“Una medida juiciosa, razonable y necesaria; que hay que aplaudir. Ya es hora de que esos linces financieros sufran en sus carnes –y en sus bolsillos- las consecuencias de una mala gestión”, afirma el teniente Colombo, mientras anota algo en su bloc de notas. De camino a la comisaría seguía dándole vueltas al asunto. “Es evidente, pensaba, que una entidad no puede gestionarse como un cortijo privado, máxime cuando ha recibido dinero público”. Item más: el teniente Colombo se cuestiona si esos directivos, que han jugado con el dinero de tanta gente y han puesto en peligro miles de puestos de trabajo, están en disposición de seguir gestionando las mismas entidades, aunque sea cobrando un salario inferior. “¿No deberían ir directos al paro, todos de la mano y en fila india, como los enanitos de Blancanieves?”, se pregunta, indignado, el teniente Colombo.
Lo único que espera el teniente Colombo es que esos directivos damnificados (?) no busquen vericuetos colaterales para compensar la rebaja salarial impuesta por el Gobierno (remuneraciones en especie, disposición discrecional de tarjetas corporativas, planes de acciones, utilización de vehículos, seguros médicos, etc.). “Pero, bueno, es de suponer que el Banco de España, el Tribunal de Cuentas y el Ministerio de Economía vigilarán el cumplimiento escrupuloso de la nueva normativa; aunque no olvidemos que estamos en el país que hizo de la picaresca disciplina olímpica…”, balbucea, entre esperanzado y receloso, el teniente Colombo, mientras pone punto y final a esta reflexión.

martes, 7 de febrero de 2012

DUELO EN O.K. CORRAL

“Pasión de los fuertes” (John Ford, 1946) relata con brillantez los acontecimientos ocurridos en el O.K. Corral de Tombstone (Arizona) a finales del siglo XIX. Hechos reales o forjados a base de leyenda, qué más da. Henry Fonda es Wyatt Earp, el ganadero que el azar y la venganza convierten en el sheriff de Tombstone, ciudad asediada por el terror de la familia Clanton.
El filme es un ejemplo del western perfecto, y muestra, una vez más, el genio magistral e inimitable de John Ford. El director irlandés toma un motivo violento –el famoso duelo- y lo transforma en un poema, en una canción romántica, en una obra bellísima, contenida e intimista. Es de una sobriedad deslumbrante. Sólo Ford era capaz de hacer algo así.
La película está repleta de frases y diálogos memorables. Por ejemplo, esa escena en la que el patriarca de los Clanton -magníficamente interpretado por Walter Brennan- reprocha a uno de sus hijos no haber matado a Wyatt Earp, cuando era un blanco fácil: “¡Cuando se saca un arma es para matar!, le espeta lleno de ira”. Pero, sin duda, el diálogo que ha quedado grabado para siempre en la retina del teniente Colombo es el que mantiene Wyatt Earp con el barman de la cantina de Tombstone, minutos antes de acudir al O.K. Corral. Wyatt es consciente que su vida está en juego y que puede no volver a ver a su amada Clementine. El diálogo es, más o menos, así:
-Wyatt Earp: oye Mac, ¿has estado alguna vez enamorado?
-Barman: no, he sido camarero toda mi vida.
El teniente Colombo, pensativo y nostálgico, traza la secuencia en su imaginación y se ve cabalgando al lado de Wyatt Earp por el desierto polvoriento de Arizona, buscando aventuras y desfaciendo entuertos, como si fueran Don Quijote-Wyatt y Sancho-Colombo.

viernes, 3 de febrero de 2012

¡QUE LO ECHEN POR LA VENTANA!

En una ocasión, algunos meses después de dejar el Palacio de la Moncloa, Felipe González (1942 / --) fue preguntado por un periodista acerca de su visión del poder. El ex presidente del Gobierno español le respondió así: “Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades”.
Esta reflexión, que el teniente Colombo leyó hace tiempo en las memorias autorizadas del político socialista, le ha venido a la cabeza estos días después de haber oído al presidente del Gobierno italiano, Mario Monti, lanzar por su boquita de piñón una serie de disparates y estupideces que le han supuesto fuertes críticas, dentro y fuera de su país. Mario Monti, que accedió a la presidencia del Gobierno sin haber superado unas elecciones, afirmó sin rubor que “…los jóvenes se tienen que acostumbrar a no tener un puesto fijo de trabajo; eso es una monotonía y es mucho más bonito cambiar de trabajo y aceptar nuevos retos…”.
El comentario -desafortunadísimo, vergonzoso e intolerable- ha dejado perplejo al teniente Colombo. “Hay cosas con las que no se puede bromear, sobre todo con la que está cayendo. Hay políticos que se merecen que los echen por la ventana. El Sr. (?) Monti no ha demostrado tener ni ética, ni principios ni sentido de la responsabilidad”, afirma indignado el teniente Colombo tratando de abrir el depósito de la gasolina de su coche, con escaso éxito.