“Un paisaje se conquista con las suelas del zapato, no con las ruedas del
automóvil”. Esta aserción del escritor estadounidense William Faulkner
(1897-1962), ha sido el punto de partida del teniente Colombo para poner en
marcha una serie de excursiones a la sierra madrileña, milimétricamente
programadas, en su búsqueda permanente de nuevos alicientes, el fragor de la
naturaleza y… algo de paz.
El primer
itinerario seleccionado ha arrancado en la vertiente oeste del valle de la
Barranca (a los pies de la Maliciosa, 2.227 m., a la altura del kilómetro 57 de
la M-607, en las inmediaciones del pueblo de Navacerrada), con el objetivo de
alcanzar, en suave ascensión, la Cuerda de las Cabrillas. A lo largo del
recorrido el teniente Colombo tuvo que sortear, no sin esfuerzo, la Senda
Ecológica, el Collado de los Emburriaderos (1.847 m.), la Peña del Horcón
(1.879 m.), y atravesar el arroyo Chiquillo y el río Navacerrada. En esta
ocasión, abandonó la gabardina en casa y sus habituales cigarros fueron
sustituidos por dos piezas de fruta y cinco nueces.
El día era espléndido,
inmejorable. Los paneles didácticos que se encontró nada más iniciar la marcha
fueron un buen presagio de una jornada plena de belleza floral y faunística. En
cada tramo de la ruta pudo ver retama, gayuba (el césped montañés), enebros
rastreros, pinos silvestres, piornos, narcisos, campanillas; lagartijas, alguna
que otra ardilla y varios rabilargos. “Aquello era una sinfonía de luz, color,
vida, naturaleza e historia. Una especie de polisíndeton interminable”,
recuerda el teniente Colombo con emoción, y todavía algo cansado por el esfuerzo
realizado.
4h y 15 m. más tarde regresó al punto de partida, finalizando
aquella inolvidable ruta por uno de los parajes más maravillosos de la sierra
madrileña.