miércoles, 26 de diciembre de 2012

ESTUDIO EN ESCARLATA

Estudio en escarlata representa el nacimiento oficial del más famoso detective de todos los tiempos: Sherlock Holmes. Escrita por Sir Arthur Conan Doyle en 1887, contiene dos partes bien diferenciadas, aunque estrechamente relacionadas entre sí.

En la primera de ellas, el autor explica cómo se conocieron Holmes y el doctor Watson, y, sobre todo, se consuma el crimen que ambos deben resolver (“bueno, en realidad, hay más de un crimen”, apuntilla el teniente Colombo, todavía relamiéndose de gozo después de haber leído la novela). Pasados unos días de su primer contacto, el doctor Watson define así al padre de todos los detectives: un tipo más que peculiar, excéntrico y ávido lector, un maestro del disfraz, que toca el Stradivarius, fuma en pipa, consume cocaína —diluida al 7%— y examina el mundo a través de su lupa. Un tipo inteligente, calculador y arrogante, que se sabe superior por sus dotes extraordinarias para la lógica y el razonamiento deductivo.

En la segunda parte de la historia, Conan Doyle plantea al lector una nueva intriga: Holmes y Watson desaparecen de la trama, situando los acontecimientos en Estados Unidos, muy lejos de las calles de Londres. Aparentemente, esta segunda parte parece no tener ninguna relación con la anterior, hasta que al final el lector empieza a deducir que es la historia que antecede al crimen inicial. Las piezas, finalmente, empiezan a encajar…

Es evidente que el teniente Colombo no sería el que es –ni se hubiera hecho policía- sin la inspiración de su gran maestro Sherlock Holmes, llevado al cine y a la televisión en tantas ocasiones, que la nómina de actores que lo han interpretado resulta interminable: Basil Rathbone (probablemente, el más emblemático), Peter Cushing, Jeremy Brett y Christopher Plummer, entre otros. Sin embargo, el teniente Colombo siente verdadera debilidad por la aventura conocida como La vida privada de Sherlock Holmes, cuya divulgación cinematográfica en 1970 se debe al gran Billy Wilder, y en la que aparece la mujer que consiguió estar a la altura del gran detective y cautivarle con sus encantos e inteligencia.

Sin duda, la lectura de Estudio en escarlata ha reafirmado en el teniente Colombo su espíritu deductivo y el amor por su profesión. Elemental.


sábado, 22 de diciembre de 2012

UNA DIVINIDAD ANDA SUELTA

Circula por internet un extracto del libro de memorias del ex presidente del gobierno, José María Aznar. El texto es el siguiente: “La primera vez que supe que no era un ser humano corriente, lo recuerdo bien, fue cuando ETA voló mi coche conmigo dentro. Salí de allí, envuelto en llamas, y pensé: ¿cómo es posible que haya sobrevivido? Nadie se lo explicaba. Los médicos no encontraban una respuesta, tampoco mi personal de seguridad. A todo el mundo le pareció… milagroso. Esa noche soñé con Dios. Era una luz, no tenía rostro, pero sí voz. Me iluminó con su haz y me dijo: José Mari, si te he salvado es porque te necesito vivo para que lideres a la humanidad. Me dijo un par de cosas más, pero son personales. Aquella experiencia me cambió, por supuesto. Desde entonces soy mucho más humilde”. El teniente Colombo ha acudido a la fuente original (el libro) y ha comprobado que, efectivamente, el extracto es literal.
Y ha acudido al propio libro de memorias porque no podía creer que alguien, en su sano juicio, hubiera escrito algo así. Para el teniente Colombo –nunca lo ha negado- el Sr. Aznar ha sido, y sigue siendo, el personaje más infausto, sombrío y tenebroso de la historia de la democracia española. Su actitud arrogante, chulesca y de tintes fascistoides siempre le ha causado una profunda repugnancia. Al teniente Colombo le parece que es sumamente peligroso que un tipo así ande suelto por la calle. “Deberían meterlo en una jaula y echarle cacahuetes”, sugiere, mirando a su alrededor, receloso, por si el Sr. Aznar anduviera cerca. 
Además, el teniente Colombo ha comprobado una nueva faceta del ex mandatario español: se piensa que es como aquellos faraones y emperadores romanos que obligaban a sus súbditos a tratarles de Divinidad. “Pobre diablo”, sentencia el teniente Colombo, mientras trata de borrar de su mente –como hacía Rick con Ugarte en Casablanca- a un sujeto tan nefasto de la reciente historia de España.

domingo, 16 de diciembre de 2012

PLEONASMO versus OXÍMORON

Como el teniente Colombo ha comentado en más de una ocasión, viajar es transformación y aprendizaje. “Es necesario tener los ojos bien abiertos y una actitud receptiva para no rechazar lo diferente”, afirma en un momento de pausa entre dos casos de asesinato. Lo mismo le ocurre con la lectura. Siempre que su trabajo se lo permite, le apasiona adentrarse en otros mundos y en otras historias diferentes a la suya. Probablemente ese hábito le ha convertido en una persona con unas modestas inquietudes gramaticales.
En esa búsqueda permanente de palabras nuevas, el teniente Colombo ha encontrado recientemente dos términos contrapuestos que, curiosamente, han llegado hasta él por caminos diferentes: pleonasmo y oxímoron. Para conocer con precisión los términos que explican cada uno ha necesitado acudir al diccionario (de mano, no al digital).
Pleonasmo es una expresión en la que aparecen uno o más términos redundantes (sal para afuera, lo vi con mis propios ojos, cómete la comida, sube para arriba…). Oxímoron, por el contrario, es una figura retórica que consiste en reunir dos palabras de sentido inverso (un silencio atronador, una dulce amargura, luz oscura...).
Decía André Maurois (novelista francés, 1885-1967) que “la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta”. Algo parecido le ocurre al teniente Colombo cada vez que tiene en un libro en sus manos.

lunes, 10 de diciembre de 2012

LA MARCA DEL MERIDIANO

Resuelto el caso de asesinato en el que llevaban varias semanas trabajando, el brigada Bevilacqua le confiesa a su inseparable compañera, la sargento Chamorro, un sentimiento que, en realidad, se gestó veinte años atrás en ese mismo escenario (una playa de la costa catalana): ningún hombre que se muera sin haber llorado alguna vez frente al mar puede decir que ha vivido. La reflexión forma parte de la última novela de Lorenzo Silva, La marca del meridiano (editorial Planeta, 2012), que el teniente Colombo –colega de profesión de la pareja de investigadores creados hace ya 14 años por la pluma del prolífico escritor madrileño- ha devorado con verdadera pasión durante dos días.
En esta ocasión –la séptima entrega de la saga- Lorenzo Silva plantea a la pareja protagonista una trama que conecta de lleno con la realidad española actual: crisis económica y moral de la sociedad, corrupción, mafias, problemas políticos entre autonomías, delincuencia organizada, etc. Aunque la investigación se centra en el asesinato, cruel y despiadado, de un ex Guardia Civil, amigo y maestro de Bevilacqua, rápidamente avanza por otros derroteros, entrelazados entre sí por el autor de una manera inteligente y con un final donde todo encaja a la perfección. En términos policiales: no queda ningún cabo suelto.
El teniente Colombo ha comprobado (una vez más) cómo Lorenzo Silva maneja, con asombrosa maestría, los resortes literarios del género policíaco creando una atmósfera absorbente y cautivadora, capaz de atraer el interés del lector prácticamente desde la portada del libro. En esta ocasión, además, la novela aporta unos rasgos biográficos y psicológicos del protagonista, no revelados hasta entonces, con los que el teniente Colombo se identifica plenamente, y que hacen a Bevilacqua más cercano al lector. Al igual que el maduro policía de la novela de Lorenzo Silva, el teniente Colombo piensa –en el meridiano de su vida- que la línea que separa el bien del mal sólo depende de la fuerza de ese demonio que todos llevamos dentro.

jueves, 6 de diciembre de 2012

EVERYBODY COMES TO RICK´S

Siete décadas después de su estreno, el tiempo, y varias generaciones, han convertido a Casablanca (Michael Curtiz, 1942) en un icono del Séptimo Arte. En un principio, la película iba a titularse Everybody Comes to Rick´s, pero, en un giro del destino, el productor Hall B. Wallis optó finalmente por Casablanca. Y el verdadero golpe de suerte fue la elección del dúo protagonista: Humphrey Bogart (“¡menos mal que Ronald Reagan rechazó el papel!”, reflexiona, aliviado, el teniente Colombo) e Ingrid Bergman, convirtiéndose para siempre en dos mitos del celuloide.
El teniente Colombo siente verdadera pasión por esta película (ver entrada “Más cine, por favor”, el 15/10/2011). Probablemente no sea la mejor película de todos los tiempos en cuanto a valores cinematográficos, pero sin duda, contiene una serie de alicientes y casualidades que la han convertido en algo más que una simple película de la década de los cuarenta: Casablanca es una leyenda.
Cuenta en su reparto con dos actores del cine clásico en estado de gracia (Bogart y Bergman), con una soberbia galería de secundarios, con una fotografía en blanco y negro sencillamente sublime, con un guión trufado de frases y diálogos grabados en la retina de millones de espectadores para siempre, con uno de los mejores compositores musicales de todos los tiempos (Max Steiner), con primeros planos llenos de magnetismo, con una atmósfera repleta de fascinación, con una historia de amor eterna y, sobre todo, con un final inmortal: “Louis, tengo el presentimiento de que este es el comienzo de una hermosa amistad”.
Bogart será para siempre Rick, y Casablanca será, para el teniente Colombo, una película eterna, mítica…la película de su vida.

sábado, 1 de diciembre de 2012

ALUMBRADO NAVIDEÑO

El 6 de diciembre de 2011, bajo el título “Llega la Navidad: ¡Socorro!”, el teniente Colombo reflexionaba sobre esa época del año, que desgraciadamente –por culpa del merchandising- se alarga cada vez más en el tiempo. Uno año más tarde no ha cambiado de opinión, más bien al contrario.
Hace unos días, el teniente Colombo, ante ese tsunami llamado Navidad que arrasa con todo lo que encuentra a su paso (de una magnitud comparable a la que exhibe Juan Antonio Bayona en su taquillera película Lo imposible, recientemente estrenada), leía en un periódico de tirada nacional que el Ayuntamiento de Madrid tenía previsto gastar esta próxima Navidad casi 1,9 millones de euros en el alumbrado navideño. Las lucecitas de marras lucirán durante algo más de un mes.
Aunque el coste representa un 27,6% menos que en 2011, al teniente Colombo el asunto le parece un despropósito. Si los durísimos recortes del gobierno han afectado a partidas críticas como la sanidad, la educación, las pensiones… y se han aplicado sin contemplaciones, ¿por qué gastar un solo euro en el alumbrado navideño? Al teniente Colombo le parece un gasto superfluo y perfectamente prescindible.