domingo, 30 de septiembre de 2012

LAS HORAS DISTANTES

Todavía con el recuerdo a flor de piel de El jardín olvidado (ver entrada en este blog del 2/9/2011), el teniente Colombo no ha podido resistir la tentación de adentrarse, casi sin descanso, en la lectura de la nueva novela de Kate Morton,  Las horas distantes (Editorial Suma de Letras).
En esta ocasión, todo comienza con una carta. Un domingo por la tarde llega a casa de Edie Burchill una carta, perdida durante más de medio siglo en una saca de correos, con el remite de Milderhurst Castle, en Kent (Inglaterra). La carta va dirigida a su madre, con la que Edie mantiene una fría relación. Edie empieza a pensar que su madre oculta un antiguo secreto. Durante la Segunda Guerra Mundial, la madre de Edie fue evacuada de Londres y acogida por la misteriosa Juniper Blythe en Milderhurst Castle, donde vivía con sus hermanas gemelas y su padre, Raymond, autor del clásico infantil La verdadera historia del Hombre de Barro. Cincuenta años más tarde, cuando Edie busca las respuestas al enigma de su madre, se siente atraída por Milderhurst Castle, donde, ya ancianas, las excéntricas gemelas y Juniper viven todavía.
Las horas distantes, en opinión del teniente Colombo, ofrece un estilo sugestivo y sorprendente. Kate Morton vuelve a demostrar, una vez más, su habilidad para manejar los saltos temporales, sin que la narración pierda ni un ápice de continuidad y coherencia. Todo encaja perfectamente. Quizás, en ocasiones, las descripciones excesivamente pormenorizadas aportan a la historia un ritmo lento y pausado, en medio de un ambiente oscuro y gótico (en más de una ocasión, mientras disfrutaba de la novela, Milderhurst Castle le ha recordado al teniente Colombo la tenebrosa mansión de Manderley, de la oscarizada Rebeca, Alfred Hitchcock, 1940); pero el final está bien resuelto y es convincente.
El teniente Colombo recomienda,  sin ninguna duda, la lectura de Las horas distantes; una novela que tiene como punto central los secretos y las atmósferas intrigantes, como la mayoría de los casos de asesinato a los que se tiene que enfrentar cada día el teniente Colombo.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

¡BYE, BYE, SRA. AGUIRRE!

Decía el escritor francés Charles Pinot Duclos (1704-1772) que “la arrogancia de corazón es un atributo de los hombres de bien, la arrogancia de los modales es un atributo de los imbéciles”.
El teniente Colombo ha desempolvado del cementerio de las citas olvidadas esta brillante reflexión, después de conocer, con sorpresa, la reciente dimisión de la Presidenta de la Comunidad de Madrid de su cargo y su retirada de la primera línea de la actividad política.
El teniente Colombo ha reaccionado a esta “bomba periodística” con absoluta indiferencia. No ha movido ni un músculo. “Una cosa es ser valiente –como han sostenido durante años los correligionarios de la lideresa- y otra muy diferente ser arrogante, altiva, altanera, engreída, soberbia, insolente, impertinente, petulante, envanecida, despreciativa, ofensiva, desconsiderada, esquiva, chula, burlona, displicente, jactanciosa, irrespetuosa, desatenta, provocativa, prepotente…”, reflexiona el teniente Colombo sobre la trayectoria política de la ya expresidenta, mientras enciende uno de sus puros con cierto aire de satisfacción.
Con independencia de las razones que la han llevado a tomar ésta, sin duda, difícil decisión, el teniente Colombo toma nota en su bloc de este dichoso día, y encabeza la noticia con el siguiente titular: “Bye, bye, Sra. Aguirre, que usted lo disfrute”.

sábado, 22 de septiembre de 2012

HORARIOS DE DISCOTECA

“La gota que ha colmado el vaso del despropósito se ha puesto de manifiesto este año en toda su dimensión. Alguien ha decidido cargarse el fútbol, tensando la goma de la paciencia de los aficionados más allá de lo que las leyes de la física pueden soportan”, opina el teniente Colombo, lleno de ira e indignación.
Los horarios de los partidos de la temporada 2012-2013 son un auténtico disparate, un desbarro, un dislate, un desatino, una animalada, una insensatez… un insulto a los aficionados al fútbol. En el caso particular de los que, además, son abonados –como es el caso del teniente Colombo- y, por tanto, pagan por adelantado la asistencia a los partidos en directo, el asunto alcanza niveles de desprecio absoluto.
Ni se piensa en el aficionado, ni parece haber interés por ver los estadios llenos, ni que las nuevas generaciones -¡los niños!- acudan a los campos de fútbol para ver a sus ídolos en directo. Nada. Sólo se piensa en los share, en los ingresos por publicidad, en aumentar el coste de los abonos… en definitiva, en el reparto del pastel. Al teniente Colombo le cuesta creer que un partido tenga más audiencia a las 11 de la noche -¡y en lunes!- que a una hora “civilizada” como las 9 de la noche, por ejemplo; e incluso a las 7-8 de la tarde.
El teniente Colombo aporta, al respecto, el siguiente dato: en las cuatro primeras jornadas de Liga han acudido a los estadios de Primera División 1.002.983 espectadores (aún falta por disputarse un partido aplazado), lo que ha supuesto 136.000 menos (un 12%) que hace un año y 144.000 menos que hace tres. Y los partidos jugados en ese horario de discoteca de las 11 de la noche en la primera jornada registraron casi un 53% de asientos vacíos. Escalofriante.
Por lo que al teniente Colombo respecta, no le van a engañar nunca más. Ya le han tomado el pelo durante demasiados años. Se siente estafado. ¡El teniente Colombo compra su abono para ver a su equipo en el estadio, no para verlo por televisión! Dicho lo cual, con todo el dolor de su corazón, y después de tantísimas décadas de fidelidad inquebrantable, la temporada 2012-2013 será la última como abonado de su querido Atleti. El lunes, en cuanto llegue a la comisaría, se lo comunicará al capitán (supporter incondicional del Real Valladolid).

martes, 18 de septiembre de 2012

MALDITO KARMA

El teniente Colombo, por lo general, suele apoyarse en las críticas literarias (profesionales o no) para adentrarse en los entresijos de una novela, aunque en la mayoría de las ocasiones deja la decisión a su propio instinto. En el caso de Maldito Karma, de David Safier  (Editorial Seix Barral) ha seguido la pauta de “el libro más vendido del año”.
La trama de la novela es realmente ingeniosa, y, en opinión del teniente Colombo, con tintes de disparate: relata las peripecias de una famosa presentadora de la televisión alemana que se dedica en cuerpo y alma a su trabajo, descuidando a su familia, pasando por encima de sus colegas sin ningún tipo de escrúpulo para conseguir el puesto deseado y viviendo una vida artificial en la que su matrimonio se tambalea y su hija vive completamente alejada de su madre. El día de una entrega de premios, en la que es la candidata más firme, engaña a su marido con un apuesto presentador con el que sueñan todas las televidentes. Y en ese momento, mientras reflexiona sobre su situación, en la azotea del edificio donde ha consumado su infidelidad, el retrete de una estación espacial se estrella sobre su cabeza. Evidentemente, se muere. A partir de ese momento es cuando empiezan sus problemas, porque no se va al infierno, como podría deducirse por la manera en la que ha llevado su vida, sino que se reencarna en una simple, pequeña y frágil hormiga.
Partiendo de la base de que el teniente Colombo no cree en la reencarnación, y mucho menos en la acumulación de buen karma (en todo caso, si pudiera, algún día le gustaría reencarnarse en el médico borrachín de La Diligencia de John Ford, magistralmente interpretado por Thomas Mitchell), reconoce que el autor ha sabido sacarle partido a ese proceso de subir peldaños en la pirámide de la evolución, con una novela entretenida, graciosa y, sobre todo, surrealista. No obstante, no es una novela que haya entusiasmado al teniente Colombo. “Maldito Karma es una novela de lectura fácil y ligera para pasar el rato, para esos momentos en los que uno busca un poco de entretenimiento y reírse de vez en cuando,… que no es poco”, concluye el teniente Colombo, con la mirada puesta en el horizonte de un maravilloso atardecer de septiembre.

martes, 11 de septiembre de 2012

VOLVAMOS A KEYNES, ESTÚPIDOS, VOLVAMOS A KEYNES

En numerosas ocasiones, a lo largo de los últimos meses, el teniente Colombo ha manifestado su incredulidad –y su irritación- ante las medidas de política monetaria y fiscal que estaba adoptando el Gobierno para salir de la crisis. Bueno, en realidad, medidas para reducir el déficit público, que no es lo mismo.
Todas las previsiones macroeconómicas indican que en lo que queda de 2012, y prácticamente en todo el 2013, tanto el crecimiento como el empleo seguirán una tendencia similar a la actual; es decir, negativa. En concreto, no hay expectativas mínimamente optimistas para un repunte de la demanda interna, para el flujo normal del crédito (entre bancos y desde la banca a los ciudadanos), ni tan siquiera para mitigar las dudas que existen en el exterior de la solvencia de España. Si a esto se une que la reforma laboral aumenta el paro de forma inmediata, y lo hará todavía en mayor medida debido a los recortes de plantilla pendientes en el sector privado y en el público, junto con políticas de venta de activos de las empresas (las que puedan hacerlo) ante las nulas perspectivas de aumentar la capacidad productiva por la caída de las ventas, y la desesperante opacidad del Gobierno ante la decisión de solicitar un rescate a Bruselas (al menos financiero)… la profundización de la recesión está servida. Una auténtica bomba de relojería económica y social.
Y, mientras tanto, el gobierno español, azuzado por el Banco Central Europeo, sigue obsesionado con el déficit público a corto plazo. Erre que erre. Las políticas adoptadas –todas de carácter restrictivo- han demostrado, y siguen demostrando, que no son la solución para salir de la crisis, y mucho menos para volver al crecimiento y al empleo. Han confirmado, en definitiva, la idea básica del pensamiento del economista inglés John M. Keynes (1883-1946): recortar drásticamente el gasto en una economía deprimida la deprime todavía más.
Este pensamiento ocupaba la mente del teniente Colombo de camino a la comisaría una calurosa mañana de septiembre. No podía dejar de pensar en ello. Por eso, desde lo más profundo de su interior, un grito desgarrador se abría paso en su garganta henchida de rabia y agitación: “¡Volvamos a Keynes, estúpidos, volvamos a Keynes!”.

viernes, 7 de septiembre de 2012

MONACATUS

En el año 1011, Sancho García, tercer conde de Castilla, y nieto de Fernán González, fundó el monasterio benedictino de San Salvador, en Oña (Burgos). La celebración de su milenario ha motivado que la Fundación Las Edades del Hombre haya elegido esta localidad emblemática como sede de la 17ª edición de sus exposiciones. En esta ocasión, la muestra lleva por título Monacactus, transcripción fonética de “monachatus”, término tomado del latín “monachus”, cuyo significado es “solitario”.
Y de esa manera, en solitario, se presentó el teniente Colombo en la localidad de Oña, un sábado de mediados de agosto, bajo un sol de justicia. Después de pagar la entrada (un precio simbólico de 3€), y de tomar un aperitivo en una taberna castellana, se adentró en el monasterio burgalés con ánimo teológico y eclesial.
La exposición, temáticamente ligada en seis apartados, se reparte por la iglesia, la sacristía, la sala capitular y el claustro que Simón de Colonia construyó en el siglo XVI. La muestra, sin duda, es breve; pero lo verdaderamente importante –en opinión del teniente Colombo- son las obras: no muchas (138), aunque magníficas. Nombres como Zurbarán, Ribera, El Greco, Goya, Pedro y Alonso Berruguete… comparten espacio con creadores modernos como Santiago Rusiñol o Vázquez Díaz. Las joyas expuestas restan algo de atención –en parte, es lógico- al continente: la iglesia gótica, la capilla mayor con un panteón real y condal, el órgano, los frescos de la vida de Santa María Egipciaca, el claustro… que el teniente Colombo trataba de identificar a lo largo del recorrido, entre las obras expuestas.
Finalizada la visita, y reconfortado por la experiencia monástica, ascética y cultural, el teniente Colombo enfiló la AP-1, de vuelta a casa.

lunes, 3 de septiembre de 2012

HASTA SIEMPRE, AMIGO Y MAESTRO

Se fue con el mes de agosto. El pasado fin de semana, ojeando el diario EL PAÍS, el teniente Colombo se tropezó, casi por casualidad, con una esquela en la que aparecía el nombre de un amigo, ex jefe y compañero de sus primeros pasos profesionales. Se llamaba Luis y había fallecido en Madrid el 31 de agosto de 2012 (sic).
Luis fue la primera persona que conoció el teniente Colombo cuando, recién salido de la Facultad, y sin ser capaz de distinguir apenas el activo del pasivo, inició una carrera profesional que, de momento, le mantiene en activo. “Hola, Luis, soy el nuevo assistant, y me han dicho que me presente a ti”, dijo balbuceando el teniente Colombo, con una mezcla de miedo y precaución, ante el nuevo horizonte que se presentaba en su vida (¡su primer trabajo!). “Bien, pues coge la maleta que nos vamos a Vigo a auditar un astillero”, contestó él. Hasta ese momento el teniente Colombo jamás había montado en avión, ni había dormido en un hotel de cuatro estrellas. De los astilleros, sólo había oído que solían estar al borde del mar.
Luis ha sido, sin duda alguna, el maestro del teniente Colombo. Fue él quien le mostró el camino –con una paciencia infinita- para soportar situaciones límite, quien le explicó la técnica para la resolución de los casos de asesinato más enrevesados, quien le inculcó rigor y criterio, quien le marcó la línea divisoria entre lo urgente y lo importante, quien le explicó una metodología de trabajo que el teniente Colombo todavía sigue aplicando hoy día... Y, por encima de todo, fue quien le inoculó en las venas la idea de ser exigente con uno mismo, de disfrutar de un trabajo bien hecho. ¡Hasta le enseñó a hacerse el nudo de la corbata, porque hasta entonces el teniente Colombo nunca se había puesto una corbata! Y así, durante más de tres años. Luis escribió, de alguna manera, el guión de lo que sería la forma en la que el teniente Colombo afrontaría, a lo largo de su vida profesional, la resolución de los casos de asesinato.
Y el pasado fin de semana, mientras repasaba el periódico, tranquilo y relajado, vio su esquela. La tuvo que leer varias veces, porque no daba crédito. Pero, sí, era él, Luis, su amigo y maestro. Desgraciadamente, coincidían todos los datos. Fue un shock. ¡Cuántos recuerdos, anécdotas, viajes, “hojas amarillas”, cruces de referencia, scopes, inventarios, clientes, cuadres, informes, ajustes, “cotejado a mayor”, reuniones, files, etc., se agolparon, de repente, en la cabeza del teniente Colombo! Fotogramas de cuatro años, como en aquella memorable secuencia final de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), en la que el maduro director de cine rememoraba en tres minutos las enseñanzas de su maestro, fallecido, a través de los recortes de películas censurados durante tantos años por el párroco del pueblo.
El teniente Colombo sabe que ya no le verá más por el barrio (vivía a dos cuadras de él); e ignora dónde estará ahora. Quizás haya vuelto a Factorías Vulcano en Vigo, o al Grupo de Empresas Álvarez, o a los Astilleros San Carlos de Cádiz (¡qué langostinos cenaron aquella noche en el restaurante “El Faro”!), o a la Unión Naval del Levante o…. ¡vaya usted a saber! para revisar, una vez más, los papeles de trabajo y poder concluir sobre la razonabilidad de los estados financieros cerrados al 31 de diciembre de… Esté donde esté, el teniente Colombo siempre estará en deuda con él. No le olvidará nunca.