Todavía con el recuerdo a flor de piel de El jardín olvidado (ver entrada en este blog del 2/9/2011), el teniente Colombo no ha podido resistir la tentación de adentrarse, casi sin descanso, en la lectura de la nueva novela de Kate Morton, Las horas distantes (Editorial Suma de Letras).
En esta ocasión, todo comienza con una carta. Un domingo por la tarde llega a casa de Edie Burchill una carta, perdida durante más de medio siglo en una saca de correos, con el remite de Milderhurst Castle, en Kent (Inglaterra). La carta va dirigida a su madre, con la que Edie mantiene una fría relación. Edie empieza a pensar que su madre oculta un antiguo secreto. Durante la Segunda Guerra Mundial, la madre de Edie fue evacuada de Londres y acogida por la misteriosa Juniper Blythe en Milderhurst Castle, donde vivía con sus hermanas gemelas y su padre, Raymond, autor del clásico infantil La verdadera historia del Hombre de Barro. Cincuenta años más tarde, cuando Edie busca las respuestas al enigma de su madre, se siente atraída por Milderhurst Castle, donde, ya ancianas, las excéntricas gemelas y Juniper viven todavía.
Las horas distantes, en opinión del teniente Colombo, ofrece un estilo sugestivo y sorprendente. Kate Morton vuelve a demostrar, una vez más, su habilidad para manejar los saltos temporales, sin que la narración pierda ni un ápice de continuidad y coherencia. Todo encaja perfectamente. Quizás, en ocasiones, las descripciones excesivamente pormenorizadas aportan a la historia un ritmo lento y pausado, en medio de un ambiente oscuro y gótico (en más de una ocasión, mientras disfrutaba de la novela, Milderhurst Castle le ha recordado al teniente Colombo la tenebrosa mansión de Manderley, de la oscarizada Rebeca, Alfred Hitchcock, 1940); pero el final está bien resuelto y es convincente.
El teniente Colombo recomienda, sin ninguna duda, la lectura de Las horas distantes; una novela que tiene como punto central los secretos y las atmósferas intrigantes, como la mayoría de los casos de asesinato a los que se tiene que enfrentar cada día el teniente Colombo.