Después
de casi tres meses de ausencia, vuelve el teniente Colombo a este blog. Los numerosos
casos de asesinato que ha tenido que resolver durante este tiempo y, por qué no
reconocerlo, la falta de ánimo e inspiración, le han tenido alejado de sus fieles
seguidores. Pero sólo temporalmente. Así las cosas, enciende uno de sus puros y
se pone, de nuevo, manos a la obra.
Como todos los años por estas fechas, las
cadenas de televisión repiten, una y otra vez, de forma machacona, las plúmbeas
aventuras y desventuras de los personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Entre ellos, se llevan la palma, Ben-Hur (protagonista de la película del mismo
título) y el Moisés de Los 10
mandamientos. El teniente Colombo, frisando los 55, no es capaz de calcular
cuántas veces ha visto a Charlton Heston dividir el Mar Rojo en dos, o competir
contra Stephen Boyd en la carrera de cuadrigas más famosa de la historia.
Sin
embargo, este año, el teniente Colombo ha descubierto un nuevo matiz. Revisando
Los 10 mandamientos (Cecil B.
DeMille, 1956) -“una de esas películas que une el telediario de mediodía con el
de la noche”, apostilla el teniente Colombo- ha constatado que Dios era sordo y
ciego… eso siendo generosos en el calificativo.
“¿Cómo sino, se pregunta el teniente Colombo,
se explica que tengan que pasar 400 años para que envíe al pueblo israelí un
libertador –Moisés-, y se ponga al frente de la manifestación contra Ramsés II?”…
“¿tanto se tarda en ver la situación de esclavitud del pueblo hebreo, en
escuchar sus lamentos, y, sobre todo, hacen falta cuatro siglos para hacer un casting y elegir un libertador?”… ¡Por
favor! Para el teniente Colombo sólo hay una explicación: Dios es sordo y
ciego.