lunes, 2 de julio de 2012

IL CARABINIERI

El carabinero (Plesiopenaeus edwardsianus) es un crustáceo que habita en los fondos de arena y fango, y, en cierto modo, es pariente de la gamba y el langostino. Al teniente Colombo le encanta, en cualquiera de sus vertientes culinarias: cocido, a la plancha, en paella, con arroz caldoso… Una mañana de sábado, vencido por el aburrimiento, pensó que, quizás, el carabinero podría combinar bien con la pasta. Dicho y hecho. Se quitó la gabardina, aplastó su puro en un cenicero, se lavó las manos y se puso a cocinar.
Para empezar, el teniente Colombo dispuso una cazuela con abundante agua, una pizca de sal y la puso al fuego (pensó en invitar al capitán, y por eso preparó dos raciones). Una vez que el agua estuvo hirviendo, echó los spaguettis, y… a esperar (pero sin quitarles el ojo de encima para que no se pasen, removiéndolos de vez en cuando). A mitad de cocción de la pasta, en otra cazuela, hizo la misma operación; sólo que en este caso introdujo dos carabineros toda vez que el agua que había preparado (a la que había acompañado con dos hojas de laurel y un buen puñado de sal) estaba hirviendo. Creyó que con cuatro minutos sería suficiente para que los crustáceos estuvieran en su punto, y acertó.
Cuando saquemos los carabineros, los spaguettis ya deben estar cocidos y cada ración debe estar servida en el plato. No puede fallar la coordinación”, avisa el teniente Colombo.
Y llegó el momento crítico: el teniente Colombo agarró cada carabinero con energía y determinación y, con la maestría de un cirujano, les cortó la cabeza con unas tijeras, dejando caer el jugo sobre cada ración de spaguettis. Se aplicó y rebañó bien con un cuchillo hasta extraer toda la sustancia que tienen estos animalitos en la cabeza (es una de esas maravillas de la naturaleza, que el teniente Colombo agradece al Creador). Una vez hecho esto, les quitó el caparazón (se quita muy bien cuando están calientes), y, con las mismas tijeras, fue cortando el cuerpo en rodajitas dejándolas caer sobre los spaguettis, impregnados ya del jugo de las cabezas. Removió bien todo, espolvoreó una pizca de perejil, y listo para comer. Para la ocasión, el teniente Colombo tenía preparado un Enate Chardonnay, blanco, bien frío.


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