domingo, 25 de noviembre de 2012

SUOR ANGELICA

El pasado 12 de noviembre, después de resolver varios casos de asesinato, el teniente Colombo se acercó al teatro Real de Madrid para disfrutar de una jornada de ópera. Vaya por delante que no es un entendido en la materia, pero, de vez en cuando, su espíritu necesita oxigenarse con el bel canto. En esta ocasión, acudía abierto a la sorpresa, expectante y libre de conjeturas, puesto que no conocía ninguna de las dos obras programadas.
El templo operístico madrileño ofrecía, al mismo tiempo, Il prigioniero (ópera en un prólogo y un acto de Luigi Dallapiccola, 1904-1975), y Suor Angelica (ópera en un acto de Giacomo Puccini, 1858-1924).
Lo mejor de Il prigioniero fue su brevedad (55 minutos). A pesar de estar tremendamente concentrado, el teniente Colombo no entendió absolutamente nada del argumento.
Sin embargo, Suor Angelica emocionó  al teniente Colombo. La acción transcurre en un convento de monjas italiano cerca de Siena en la segunda parte del siglo XVII. Es una obra típicamente verista, y una de las pocas que sólo cuenta con intérpretes femeninas. En opinión del teniente Colombo, el papel protagonista fue magníficamente ejecutado por la soprano rusa Veronika Dzhioeva, que recibió una merecida y larga ovación en reconocimiento a una interpretación llena de pasión y recursos técnicos. Por otro lado, la puesta en escena de Lluís Pasqual –una construcción en forma de jaula, con escaleras adosadas que no llevan a ninguna parte- sencillamente magistral.
Terminada la función, el teniente Colombo recogió la gabardina del guardarropa y se encaminó al parking de la plaza de Oriente para recoger su coche. Esa noche volvía a casa reconfortado por la experiencia. “Si la ópera, como las demás artes escénicas, desempeña alguna función en nuestras vidas, ésta tiene mucho más que ver con las emociones y el entretenimiento”, reflexionaba el teniente Colombo mientras esperaba a que un semáforo se pusiera en verde.

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