miércoles, 5 de octubre de 2011

EL ORGULLO NACIONAL

Hay cosas que no se pueden tocar. Son inviolables. Sagradas. Es el caso de la sanidad pública. Hace unos días, el teniente Colombo no daba crédito a lo que “oían sus oídos” y “leían sus ojos” en diversos medios de comunicación: la crisis económica había llevado a algunos responsables políticos a plantear la reducción de costes en la sanidad pública, mediante la supresión de servicios, cierre de quirófanos y recortes de plantilla.
La primera idea que se le vino a la cabeza fue que esos políticos eran cualquier cosa menos responsables. Se acababan de situar en las antípodas del sentido común. Más que perplejidad, en este caso la noticia le produjo rabia e indignación. ¡Con la nómina interminable de gastos que se pueden recortar en tiempos de crisis, a algunos políticos sólo se les ocurre dirigir las fauces del tiburón a la sanidad pública!, mascullaba el teniente Colombo, rojo de ira.
El orgullo nacional, como le gustaba definir al sistema público de salud, no puede estar sujeto a las ocurrencias de algunos políticos, con planteamientos disparatados, tendiendo al infinito. No se trata de adoptar una postura ultra-keynesiana, pensaba; pero el gasto, en el caso de la sanidad pública, será “el que tenga que ser”.
A este paso, barruntaba desolado el teniente Colombo, algún día no muy lejano veremos en la puerta de un quirófano el cartel de Vuelva usted mañana.

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