La “burundanga” (nombre vulgar de
la escopolamina,… término que, por
cierto, al teniente Colombo, siempre le trae a la memoria, de forma inevitable,
la magnífica película Los cañones de
Navarone, de 1961) es una droga utilizada por violadores, secuestradores y
ladrones, con el objetivo de narcotizar a sus víctimas, que, con la voluntad cercenada,
quedan a merced del delincuente. Al despertar de su sopor, apenas recuerdan
nada de lo sucedido. Burundanga es
también una comedia de enredo escrita por el joven autor catalán Jordi
Galcerán, que actualmente se representa, con un éxito arrollador, en el teatro
Lara de Madrid. Y, claro, el teniente Colombo no podía faltar a la cita (en
este caso, con su inseparable gabardina, puesto que la noche amenazaba lluvia).
Sin ánimo de desvelar la idea central de la obra, al teniente Colombo le llamó
particularmente la atención lo arriesgado del texto y la receptividad que, del
mismo, se vivió en el patio de butacas. Un tema tan delicado, y que ha supuesto
a la sociedad española tanto dolor y sufrimiento durante tantas décadas, se
plantea en el escenario con valentía y muchas dosis de causticidad.
En Burundanga el reparto está a una altura
más que notable. Destaca –en opinión del teniente Colombo- el trabajo de Mar
Abascal, exagerada e histriónica, que atrae hacia sí toda la atención del
público cuando está en escena; y, sobre todo, la presencia de Eloy Arenas, que
aporta una experiencia y unas dotes cómicas impagables (“es el toque de calidad
de la obra”, apuntilla el teniente Colombo).
Durante la hora y cuarenta minutos que dura la
representación el teniente Colombo no paró de reírse, y muy a gusto. “En definitiva,
un espectáculo brillante, divertido y absolutamente recomendable. La pena es la
situación de abandono en la que se encuentran algunos teatros madrileños…”,
opina el teniente Colombo, mientras afila su lápiz para ponerle firma a este post teatral, el número 150.
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