martes, 4 de febrero de 2014

SABIO, ETERNO... Y LEYENDA


La primera vez que el teniente Colombo lloró en un campo de fútbol fue en el homenaje a José Eulogio Gárate, en el estadio Vicente Calderón (corría el año 1977). La imagen del “eterno 9”, de su querido Atleti, saliendo del túnel de vestuarios apoyándose en dos muletas por aquella extraña, y contumaz, lesión de hongos en una de sus rodillas, heló la sangre, y el alma, de los 54.000 hinchas que se dieron cita aquel día, incluido el teniente Colombo, en el estadio de la Ribera del Manzanares.
La segunda vez que el teniente Colombo ha llorado en un estadio de fútbol fue el pasado domingo, 2 de febrero, en el homenaje que la afición colchonera dedicó al que ya es una leyenda atlética: Luis Aragonés, fallecido unos días antes. Para el teniente Colombo, el “Zapatones de Hortaleza” ha ejemplificado, como pocos, el verdadero espíritu atlético. Un espíritu forjado a base de lucha, de trabajo, de esfuerzo, de verdad y de profesionalidad. En la moviola del recuerdo  del teniente Colombo, Luis Aragonés siempre se le representará lanzando aquel histórico libre directo en el estadio Heyssel de Bruselas, superando con facilidad la barrera humana del Bayern de Münich  y al gran Sepp Maier, que nada pudo hacer por detener el balón. ¡Gol de Luis, gol del Atleti! La Copa de Europa estaba a un milímetro del Manzanares. Era el día de San Isidro de 1974. Lo peor fue lo que ocurrió minutos más tarde…
En este momento para el recuerdo, el teniente Colombo, con lágrimas en los ojos, sólo puede decir: “Gracias, Luis, hasta siempre, Zapatones”.

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