jueves, 6 de diciembre de 2012

EVERYBODY COMES TO RICK´S

Siete décadas después de su estreno, el tiempo, y varias generaciones, han convertido a Casablanca (Michael Curtiz, 1942) en un icono del Séptimo Arte. En un principio, la película iba a titularse Everybody Comes to Rick´s, pero, en un giro del destino, el productor Hall B. Wallis optó finalmente por Casablanca. Y el verdadero golpe de suerte fue la elección del dúo protagonista: Humphrey Bogart (“¡menos mal que Ronald Reagan rechazó el papel!”, reflexiona, aliviado, el teniente Colombo) e Ingrid Bergman, convirtiéndose para siempre en dos mitos del celuloide.
El teniente Colombo siente verdadera pasión por esta película (ver entrada “Más cine, por favor”, el 15/10/2011). Probablemente no sea la mejor película de todos los tiempos en cuanto a valores cinematográficos, pero sin duda, contiene una serie de alicientes y casualidades que la han convertido en algo más que una simple película de la década de los cuarenta: Casablanca es una leyenda.
Cuenta en su reparto con dos actores del cine clásico en estado de gracia (Bogart y Bergman), con una soberbia galería de secundarios, con una fotografía en blanco y negro sencillamente sublime, con un guión trufado de frases y diálogos grabados en la retina de millones de espectadores para siempre, con uno de los mejores compositores musicales de todos los tiempos (Max Steiner), con primeros planos llenos de magnetismo, con una atmósfera repleta de fascinación, con una historia de amor eterna y, sobre todo, con un final inmortal: “Louis, tengo el presentimiento de que este es el comienzo de una hermosa amistad”.
Bogart será para siempre Rick, y Casablanca será, para el teniente Colombo, una película eterna, mítica…la película de su vida.

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