viernes, 24 de agosto de 2012

DE PASEO POR MARTE

Hace algunas semanas, mientras miraba de reojo un informativo cualquiera, el teniente Colombo no salía de su asombro al ver a un nutrido grupo de especialistas de la NASA dar saltos de alegría y abrazarse entre sí como si a cada uno de ellos le hubiera tocado la lotería primitiva (con bote).
Resulta que un vehículo de exploración robótica llamado Curiosity había aterrizado en Marte, con una precisión milimétrica. Cinco años había tardado la NASA en decidir el lugar exacto del aterrizaje, revelaba el locutor. Este laboratorio lunar –seguía el periodista con sus explicaciones- realizará numerosos análisis químicos con el fin de estudiar si en el cráter Gale hay minerales que pueden haberse formado con agua. El objetivo básico de la misión, en todo caso, es averiguar si el planeta rojo fue, en algún momento, adecuado para la vida, remataba el informador en su análisis de la noticia.
“¡Ahí es nada, resulta que tanta algarabía y emoción para esto!”, concluye, sorprendido, el teniente Colombo, al comprobar el origen real de aquel alboroto de los cerebros de la NASA. En un principio, y dado que apenas estaba prestando atención a los comentarios del periodista, el teniente Colombo pensó que aquellas muestras de alegría –algunos científicos casi tocaban el techo con sus cabezas, con saltos más propios de canguros australianos que de seres humanos- estaban justificadas por algún hallazgo de la máxima importancia para la Humanidad: el descubrimiento de la vacuna definitiva contra el cáncer, un acuerdo a nivel mundial contra la hambruna de millones de personas, la extensión de la sanidad pública para cualquier ser humano del planeta, un pacto firme y decidido por parte de todos los países miembros de las Naciones Unidas para luchar contra las dictaduras del siglo XXI y evitar millones de muertes y personas desplazadas, etc., etc., etc. Pero resulta que la causa era otra bien distinta: la posible existencia de vida en Marte… ¡nada más y nada menos!
El teniente Colombo enciende uno de sus puros y, desolado, comprueba, por enésima vez, a qué dedican las grandes potencias mundiales el dinero, el tiempo y la inteligencia de personas de gran valía: a matar moscas con el rabo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario