miércoles, 11 de enero de 2012

PESADILLA EN CALERUEGA STREET

Hace unos días, el teniente Colombo se despertó, sobresaltado, minutos antes de las cuatro de la madrugada. Sobresaltado y estremecido. ¿La razón? Un sueño que empezó como un plácido paseo entre las nubes, y terminó en pesadilla.
Como si fuera Superman, el teniente Colombo se encontró, de repente, surcando el cielo entre nubes de vivos colores y esponjosa densidad. La sensación era placentera. Muy placentera. Conforme avanzaba, miraba a un lado y a otro disfrutando de una hermosa vista cósmica. La estrella Rigel Kentaurus a su derecha, un grupito de novas y supernovas a su izquierda, Saturno y Neptuno un poco más allá,… un escenario mágico. Igual que el protagonista de Titanic, se creía el rey de la Vía Láctea.
Poco a poco, la velocidad comenzó a aumentar. Cada vez más, cada vez más. Y de una manera directamente proporcional, la falta de oxígeno. Cada vez menos, cada vez menos. La sensación ya no era tan placentera. Las nubes de vivos colores se habían transformado en cúmulos de masas oscuras, compactas y ásperas. La velocidad seguía aumentando. La ausencia de oxígeno también. La angustia empezaba a ahogar al teniente Colombo. En ese momento, el sueño ya se había convertido en pesadilla. Apenas había luz en aquel túnel sin fin en el que estaba inmerso. Sólo oscuridad, soledad, tinieblas… la nada. “¿Será así cuando se muere uno?”, se preguntaba el teniente Colombo, aterrorizado, en una especie de duermevela que, aunque dormido, le hacía tener plena consciencia de lo que estaba ocurriendo.
Súbitamente, un impulso le hizo despertarse, agotado y exhausto por la pesadilla. O quizás fue el instinto de supervivencia, quién sabe. Se levantó al baño, hizo lo que le demandaba su vejiga, y se volvió a la cama aliviado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario