domingo, 15 de enero de 2012

ENTRE PÁJAROS CARPINTEROS

La Sierra de Guadarrama se encuentra entre las provincias de Madrid, Segovia y Ávila. Delimitada por el valle del río Alberche y el Puerto de Somosierra, está compuesta por una cadena montañosa de, aproximadamente, 80 kilómetros de longitud, con orientación sudoeste-noreste. Forma parte del Sistema Central, dividiendo en dos la Meseta Central Ibérica y constituye la delimitación de las cuencas hidrográficas de los ríos Duero y Tajo. La base de esta formación montañosa se encuentra entre los 900 y los 1.200 m de altitud, siendo su pico más alto el Peñalara, con una altitud de 2.430 m.
Así, de esta forma tan académica, comenzó el teniente Colombo una jornada senderista por la Sierra de Guadarrama; en concreto, por la denominada Ruta de los Miradores de la Fuenfría, en el término municipal de Cercedilla. El día era esplendoroso. Luz y color a raudales. No parecía un día del mes de enero, más bien de primavera.
Rememorando a Machado, Aleixandre, Baroja y Unamuno –fascinados en su día por esta naturaleza de ensueño- el teniente Colombo se puso en marcha –ligero de equipaje- a eso de las diez de la mañana, desde la zona recreativa de Las Dehesas. Fiel a las marcas amarillas grabadas en los troncos de los árboles, inició la marcha, a pie, camino arriba. Mientras iba tomando altura, el paisaje le reconfortaba de la tensión de la comisaría: cubierto por pinos silvestres, robles, zarzas, jaras, retamas, helechos, el martilleo en la distancia de los pájaros carpinteros… el teniente Colombo respiraba hondo, oxigenado por el aire serrano, puro y ausente de contaminación. Después de dos horas de caminata, el teniente Colombo –justito de fuerzas y semblante agotado- alcanzó el Mirador de la Fuenfría. Quince minutos de descanso, y de ahí, de vuelta a Las Dehesas.
Retomó, nuevamente, el camino Schmid, la Carretera de la República y el sentido descendente de la marcha. Una hora y cuarenta minutos más tarde, alcanzó el punto de partida. Decidió celebrar el esfuerzo realizado con una ensalada mixta y un pincho de tortilla, bien regado todo con un Ribera del Duero, tinto crianza. Y como “fin de fiesta”, metió la mano en el bolsillo, sacó un cigarro apagado a medio fumar y, acercándole una cerilla, lo consiguió encender al segundo intento.

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