En una mañana pre-primaveral,
esplendorosa de luz y color, el teniente Colombo disfrutó de una de sus mayores
pasiones: pasear por Madrid. En esta ocasión inició su caminata matinal en el
Paseo de la Castellana (a la altura del puente de Rubén Darío), avanzando,
siempre en línea descendente, por la plaza de Colón, el Paseo de Recoletos,
Cibeles, el Paseo del Prado, la plaza de Neptuno (plaza rojiblanca por
excelencia), hasta llegar a uno de los lugares más frecuentados por el teniente
Colombo en su época universitaria: la Cuesta de Moyano.
La Cuesta de Moyano es el nombre popular con el que se conoce a la
calle de Claudio Moyano (político español, 1809-1890), famosa por sus casetas
de venta de libros (muchas de ellas de libros viejos y de segunda mano), y por
ser lugar de encuentro de intelectuales, curiosos y rastreadores de primeras ediciones, a la manera de Indiana Jones,
pero sin látigo.
El teniente Colombo ha recorrido las casetas de abajo a
arriba, es decir, desde el Paseo del Prado hasta las verjas del Retiro,
recreándose, como casi siempre, en las novedades literarias y en los volúmenes
dedicados al mundo del celuloide, incluidos los afiches de películas clásicas y
las fotografías en blanco y negro de actores y actrices legendarios; que, por
aquel entonces, él mismo pronunciaba como sonaban (“Tirone Pover” y “Yon Vayne”
eran sus preferidos). “Luego llegaron las clases de inglés y mataron la magia”,
recuerda, nostálgico, el teniente Colombo.
Finalizada la búsqueda, el teniente
Colombo enfiló la calle Alfonso XII hasta la puerta de Alcalá, de vuelta a
casa, donde le esperaba una ducha reparadora y un aperitivo “como Dios manda”.
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