sábado, 15 de marzo de 2014

HOMILÍA IGNOMINIOSA

“40 años después de la muerte del dictador y de que la inmensa mayoría de los españoles aprobase en referéndum la Constitución de 1978 con el objetivo de vivir en libertad y en democracia, en un Estado aconfesional, el cardenal Antonio María Rouco Varela parece no haberse dado por enterado”, opina, atónito y asombrado, el teniente Colombo, mientras pone en marcha su coche, rumbo a la comisaría.

El, hasta hace unos días, máximo responsable de la Conferencia Episcopal ha vuelto a demostrar que los planteamientos de la Iglesia Católica –y los suyos en particular- no respetan la libertad religiosa y de culto que reconoce la Constitución española en su artículo 16.3 (“Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”), pretendiendo imponer, manu militari, su letanía evangelizadora como si este país estuviera todavía bajo el palio del nacionalcatolicismo, que, con tanto fervor y sumisión, defendió la Iglesia Católica durante los años oscuros de la dictadura franquista.  

En su homilía en el funeral de Estado por las víctimas del terrorismo, con ocasión del 10º aniversario del 11-M, soltó por su boquita angelical una serie de admoniciones, amenazadoras y catastrofistas, más propias de la época de la Inquisición que de la España del siglo XXI. Probablemente motivado por un ataque de taquifemia profundo, cruzó la raya de lo estrictamente pastoral y se lanzó, a tumba abierta, a dar clases de política, Economía y ética. Pero no contento con arrojar dardos envenenados contra la sociedad civil (milimétricamente medidos), se puso al frente de la manifestación de todos aquellos que durante la última década, a modo de agit-pro, han propugnado –de forma paranoica- la teoría de la conspiración sobre la autoría del 11-M, sembrando de dudas y de ignominia una sentencia judicial, que, por desgracia, no ha sido favorable a sus execrables intereses.

El teniente Colombo no pretende realizar una exégesis de lo que representa para él la Iglesia Católica en España, pero sugiere al ex cardenal de la Conferencia Episcopal, con ferviente humildad cristiana, que “dirija su labor pastoral exclusivamente a sus clientes, y al resto déjenos en paz, que ya decidiremos por nosotros mismos entre el cielo y el infierno (caso de que exista alguno de los dos)”, apuntilla el teniente Colombo, al mismo tiempo que concluye este post haciendo suya la cita de uno de los padres de la Ilustración francesa, el escritor Pierre Bayle (1647-1706): “Yo no puedo ser religioso ni creer en Dios. Prefiero la filosofía a la religión, pues no puedo poseer al mismo tiempo lo evidente y lo incomprensible.”

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