Aprovechando los últimos días de
su periodo vacacional, y antes de regresar a la vorágine de la comisaría, el
teniente Colombo se dejó caer por el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. No
quería dejar pasar la oportunidad de ver la exposición dedicada a Camille
Pissarro (1830-1903), el creador olvidado del impresionismo.
El teniente
Colombo ha disfrutado –y de qué manera- de la primera retrospectiva del artista
en España, centrada en el paisaje, tanto rural como urbano, el género
abrumadoramente dominante en la producción de Pissarro. La muestra, que
presenta 79 óleos, se articula cronológicamente en función de los lugares donde
residió y que inspiraron su pintura, como Louveciennes, Pontoise y Éragny.
Sin
ser un experto en pintura, al teniente Colombo le llamaron particularmente la
atención dos obras: Camino de Versalles,
Louveciennes, sol de invierno y nieve (1870), que tiene la singularidad de
presentar unos árboles, a ambos lados de un camino, que no están alineados
mientras que sus sombras sí lo están (“un prodigio de técnica y originalidad”,
apunta el teniente Colombo); y el óleo Rue
Saint-Honoré por la tarde. Efecto lluvia (1897), que muestra una bulliciosa
escena en la que se ven varios coches tirados por caballos y numerosos
paseantes con sus paraguas abiertos (en opinión del teniente Colombo, “un
cuadro precioso que presenta una atmósfera fascinante”).
Finalizada la visita a
la exposición, el teniente Colombo enfiló el Paseo del Prado en dirección a la
calle de Alcalá para tomar el autobús que le llevaría de regreso a casa. Le
esperaba una paella mixta, que su madre prepara como nadie.
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