sábado, 13 de diciembre de 2014

HERODES, THE KING


Un año más, querámoslo o no, llega la Navidad. Ese periodo del año en el que la condición humana pierde buena parte de su raciocinio y se lanza a un consumismo exacerbado, a una felicidad impostada y a las más altas cotas de estupidez e hipocresía.
En este contexto, y dado que la maquinaria mercantil -revestida de lucecitas de colores- no deja opción al éxodo mental y espiritual, el teniente Colombo quiere reivindicar la figura de un personaje olvidado, e incluso vilipendiado, por los colectivos más fundamentalistas del agip-pro católico: el rey Herodes.
Herodes el Grande reinó sobre el pueblo judío durante las cuatro últimas décadas del siglo I A.C., y destacó por su eficaz gestión administrativa, por las obras de reconstrucción del templo de Jerusalén y por los numerosos gestos humanitarios que llevó a cabo a lo largo de su reinado, repartiendo trigo y alimentos entre todos aquellos que soportaban una terrible hambruna. “Es decir, todo lo contrario que Ana Botella, actual alcaldesa de Madrid”, apuntilla el teniente Colombo.
“Quizás su vida privada no fuera un ejemplo de rectitud y moralidad (por lo visto, fue un polígamo confeso y un precursor avezado de las más grandes orgías y bacanales), pero ello no justifica, en modo alguno, su relegada posición –sólo y triste en su castillo- en todos los belenes de la órbita cristiana”, apunta el teniente Colombo, mientras se apresta, con fruición, a encender uno de sus inconfundibles habanos.
“El rey Herodes se merece, por derecho propio, un lugar preeminente en todos los misterios cristianos. Su preponderancia está, sin duda, al mismo nivel que el líder sindical de los pastores, el rey Melchor, la vaca del portal de Belén, e incluso el mismísimo Niño Jesús”, reivindica el teniente Colombo, en el mismo momento en el que el primer villancico ha empezado a producirle una hipoacusia neurosensorial de inicio súbito (es decir, principio de sordera).

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