Una mañana de agosto, en un espléndido
día de sol, el teniente Colombo puso rumbo a la villa castellana de Arévalo
(Ávila). No se quería perder la 25ª edición de las Edades del Hombre, que, en
esta ocasión, se titula “Credo”, y que se distribuye en tres sedes: la iglesia
de Santa María la Mayor, la iglesia de San Martín y la iglesia de El Salvador.
"La
exposición es un recorrido plástico sobre el camino de la fe cristiana,
estructurado en un preámbulo (Creo) y tres capítulos (Creo en Dios, Creo en
Jesucristo y Creo que en el Espíritu Santo)”, matiza el teniente Colombo,
todavía sobrecogido por esta maravillosa exposición de arte sacro, de impecable
factura.
Las obras que más le llamaron la atención se encuentran en la iglesia de
El Salvador: una “Anunciación” de El Greco, el “Bautismo de Cristo”, de
Francisco de Goya y, sobre todo, el “Cristo Yacente”, de Gregorio Fernández
(una talla barroca de gran realismo e impacto visual). Quizás lo que menos le
ha gustado de la exposición al teniente Colombo han sido las obras contemporáneas.
Las ha encontrado excesivamente anacrónicas y, en cierto modo, fuera de lugar;
en particular, el “Rabino estudiando Torá”, de Daniel Quintero; y el cuadro “Cielo”,
de Carmen Laffón.
El teniente Colombo remató la visita a Arévalo –como no podía
ser de otra manera- con un buen cochinillo, estandarte mundial de la villa
castellana. El “Figón de Arévalo” fue el lugar elegido. El resultado fue,
sencillamente, sublime,… inolvidable. Con el estómago lleno y el espíritu
reconfortado, el teniente Colombo regresó a la capital del Imperio, a media tarde de un sábado de agosto, apurando
los últimos rayos de sol.
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