De sobra es sabido que el teniente Colombo (frisando los 50) ha perdido la
fe en la clase política y en las recetas económicas de todos los gobiernos –de cualquier
signo- que han dirigido el destino de la joven democracia española. Se ha
convertido en un pragmático irredento.
Esta postura –alimentada, durante
décadas, por el desengaño y la frustración- ha vuelto a brotar en su fuero
interno después de leer unas recientes declaraciones de Victoria Camps, en un
diario de tirada nacional. “Sin duda, las reflexiones de esta gran pensadora,
filósofa y estudiosa de los derechos humanos y la bioética son oportunas,
deseables y esperanzadoras; pero la realidad –la cruda realidad- está en las
antípodas del planteamiento ético e ideológico de la doctora Camps”, opina el
teniente Colombo, al mismo tiempo que trata de poner en marcha su coche, sin
éxito, después del tercer intento. Sin duda, llegará tarde a la comisaría.
La
idea de Victoria Camps de que “hay que ir a un capitalismo que priorice el bien
común” y de que “no todos los beneficios de las empresas tienen que revertir en
el interés corporativo, sino que hay que pensar en el bien de todos y
establecido por ley”, parece una contradicción en sí misma. El teniente Colombo
no conoce ningún sistema capitalista que funcione bajo esta dualidad.
“Capitalismo y bien común son términos contrapuestos, antagónicos”, asevera el
teniente Colombo, mientras desempolva de su biblioteca El Capital de Karl Marx (1818-1883).
El funcionamiento del sistema
capitalista utiliza mecanismos que ponen de plena actualidad las ideas de Karl
Marx de hace siglo y medio. “El llamado Estado del Bienestar (o lo que queda de
él) no es más que un híbrido del capitalismo para lavar la conciencia de los
Estados y las Grandes Corporaciones nacionales y transnacionales, incapaces de
conciliar crecimiento y desarrollo económico con la erradicación de la pobreza
y la protección de los más desfavorecidos”, argumenta el teniente Colombo,
mientras relee, con tristeza y desencanto, las ideas –bien intencionadas, pero inalcanzables-
de Victoria Camps.
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